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ספר תולדת ישוע

LIBRO DE LAS CRÓNICAS DE YESHÚA (MATEO)

 

CAPÍTULO 1

Descendientes de Yeshúa

1 Este es el libro de las crónicas de Yeshúa, el Mesías, hijo de David, hijo de Avrahám.

2 Avraham engendró a Itzjáq, e Itzjáq engendró a Ya'aqóv, e Ya'aqóv engendró a Yehudá y a sus hermanos.

3 E Yehudá engendró a Peretz y a Zeraj de Tamar, y Peretz engendró a Jetzrón, y Jetzrón engendró a Ram.

4 Y Ram engendró a Aminadav, y Aminadav engendró a Najshón, y Najshón engendró a Shalmón.

5 Y Shalmón engendró a Boaz de Rajav, y Boaz engendró a Oved de Rut, y Oved engendró a Ishai.

6 E Ishai engendró a David el rey, y David el rey engendró a Shlomó de la mujer de Uriyáh.

7 Y Shlomó engendró a Rejabam, y Rejabam engendró a Aviyáh, y Aviyáh engendró a Asá.

8 Y Asá engendró a Yehoshafat, y Yehoshafat engendró a Yoram, e Yoram engendró a Uziyáhu.

9 Y Uziyáhu engendró a Yotam, e Yotam engendró a Ajaz, y Ajaz engendró a Yejizkiyáh.

10 E Yejizkiyáh engendró a Menashé, y Menashé engendró a Amón, y Amón engendró a Yoshiyáhu.

11 E Yoshiyáhu engendró a Yejoniyáhu y a sus hermanos en el tiempo del exilio a Babel.

12 Y después del exilio a Babel, Yejoniyáhu engendró a Shealtiel, y Shealtiel engendró a Zerubavél.

13 Y Zerubavél engendró a Avihud, y Avihud engendró a Eliakim, y Eliakim engendró a Azur.

14 Y Azur engendró a Tzadoq, y Tzadoq engendró a Yakin, e Yakin engendró a Elihud.

15 Y Elihud engendró a El'azar, y El'azar engendró a Matán, y Matán engendró a Yaaqóv.

16 Y Ya'aqóv engendró a Yoséf, esposo de Miriam, de la cual nació Yeshúa, llamado Mesías.

 

Nacimiento de Yeshúa

17 Así que todas las generaciones desde Avrahám hasta David son catorce generaciones, y desde David hasta el exilio a Babel son catorce generaciones, y desde el exilio a Babel hasta el Mesías son catorce generaciones.

18 Y este fue el relato del origen de Yeshúa el Mesías: Miriam, su madre, estaba desposada con Yoséf, y antes de que se unieran, se fue hallada fecundada [lit. en vientre teniendo] de Rúaj HaKódesh (Poder de YHVH).

19 Yoséf, su esposo, siendo un justo y y no queriendo exponerla, sintió en secreto despedirla.

20 Pero mientras pensaba en esto, he aquí, un mensajero de YHVH se le apareció en un sueño diciendo: “Yoséf, hijo de David, no temas tomar a Miriam como tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella es de Rúaj HaKódesh (Poder de YHVH).

21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Yeshúa, porque él salvará a su pueblo de sus iniquidades”.

22 Y todo esto aconteció para concluir (Mt. hebreo: liqmor) lo que fue  escrito por el profeta según YHVH:

23 “He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Imanuél, que significa: ‘con nosotros esta Elohím’”.

24 Y al despertar Yoséf de su sueño, hizo como el mensajero de YHVH le había mandado y tomó a su esposa consigo.

25 Pero no la conoció hasta que dio a luz un hijo, y llamó su nombre Yeshúa.

 

CAPÍTULO 2

Visita de los astrólogos

1 Y fue en los días de Hordos el rey cuando nació Yeshúa en Bét-Léjem de Yehudá, y llegaron astrólogos desde la tierra del este a Yerushaláim.

2 Y dijeron: «¿Dónde está el rey de los yehudím (judíos) que nació? Porque vimos su astro en el este y vinimos a postrarnos ante él».

3 Y fue que al escuchar Hordos el rey sus palabras, se perturbó él y toda Yerushaláim con él.

4 Y reunió a todos los jefes de los kohaním y escribas del pueblo y les preguntó diciendo: «¿Dónde nacerá el Mashíaj?»

5 Y le dijeron: «En Bet-Léjem de Yehudá, porque así está escrito por el profeta:

6 ‘Y tú, Bet-Léjem, tierra de Yehudá, no eres pequeña entre los príncipes de Yehudá, porque de ti saldrá un gobernante que pastoreará a mi pueblo Israel’».

7 Entonces llamó Hordos en secreto a los astrólogos e investigó el tiempo en que apareció el astro.

8 Y los envió a Bet-Léjem y les dijo: «Vayan, investiguen con precisión sobre el niño, y cuando lo encuentren, háganmelo saber para que también yo vaya a postrarme ante él».

9 Y después de escuchar las palabras del rey, se fueron, y he aquí que el astro que vieron en el este iba delante de ellos hasta que llegó y se detuvo sobre donde estaba el niño.

10 Y al ver el astro se alegraron con una alegría muy grande.

11 Y llegaron a la casa y encontraron al niño con Miriam, su madre, y cayeron sobre sus rostros y se postraron ante él, y abrieron sus tesoros y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

12 Y fueron advertidos en un sueño de no regresar a Hordos, y se fueron por otro camino a su tierra.

 

La huida a Mitzráim

13 Y cuando partieron, he aquí, un mensajero de YHVH apareció en un sueño a Yoséf diciendo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Mitzráim, y quédate allí hasta que te diga, porque Hordos busca al niño para matarlo».

14 Y se levantó, tomó al niño y a su madre de noche y huyó a Mitzráim.

15 Y estuvo allí hasta la muerte de Hordos para que se cumpliera lo dicho por YHVH a través del profeta: «De Mitzráim llamé a mi hijo».

16 Y Hordos, al ver que fue burlado por los astrólogos, se enfureció mucho y envió y mató a todos los niños en Bet-Léjem y en todos sus alrededores desde dos años para abajo, según el tiempo que había investigado de los astrólogos.

17 Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Irmeyáhu:

18 «Una voz fue oída en Ramá, llanto y gran lamento; Rajel llora por sus hijos, y no quiere ser consolada porque ya no están».

19 Y fue después de la muerte de Hordos, he aquí, un mensajero de YHVH apareció en un sueño a Yoséf en la tierra de Mitzráim.

20 Y dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que buscaban la vida del niño».

21 Y se levantó, tomó al niño y a su madre y regresó a la tierra de Israel.

22 Pero al escuchar que Arjelos reinaba en Yehudá en lugar de su padre Hordos, tuvo miedo de ir allí, y fue advertido en un sueño y se fue a la región de Galíl.

23 Y llegó y habitó en una ciudad llamada Natzrát para confirmar lo dicho por el profeta: «Natzrát será llamada [la ciudad]».

 

CAPÍTULO 3

Yojanán el que sumerge

1 En aquellos días se levantó Yojanán el que sumerge y estaba proclamando en el desierto de Yehudá diciendo:

2 Retornen porque el reino de los cielos se ha acercado a venir.

3 Porque este es de quien habló Yeshayáhu el profeta diciendo: Voz de uno que proclama: en el desierto preparen el camino de YHVH, enderecen sus sendas.

4 Y el vestido de Yojanán [era] de pelo de camellos y un cinturón de cuero sobre sus lomos y su comida [era] langostas y miel del bosque.

5 Y salió hacia él Yerushaláim y toda Yehudá y toda la región del Yarden.

6 Y fueron sumergidos por él en el río Yardén y confesaron sus errores.

7 Y cuando vio a muchos de los perushím y de los tzedukím acercándose para ser sumergidos, les dijo: Hijos de serpientes, ¿quién les enseñó a huir de la ira que ha de venir?

8 Por lo tanto, hagan fruto digno de retornar.

9 Y no piensen dentro de ustedes mismos decir: Avraham es nuestro padre, porque yo les digo que de estas piedras puede Elohím levantar hijos para Avraham.

10 Y ya está puesto el hacha sobre la raíz de los árboles, y todo árbol que no hace fruto bueno será cortado y echado en el fuego.

11 Yo les sumerjo en agua para retornar, pero el que viene después de mí es más fuerte que yo, del cual no soy digno de llevar sus sandalias, él les sumergirá en Rúaj HaKódesh y en fuego.

12 Y en su mano está el aventador, y limpiará su era, y recogerá su grano en su almacén, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.

 

Inmersión de Yeshúa

13 Entonces vino Yeshúa desde el Galil al Yarden hacia Yojanán para ser sumergido por él.

14 Pero Yojanán se lo impedía diciendo: Yo necesito ser sumergido por ti, ¿y tú vienes a mí?

15 Y respondiendo Yeshúa le dijo: Déjalo ahora, porque así es apropiado para nosotros cumplir toda justicia. Entonces lo dejó.

16 Y fue que cuando Yeshúa fue sumergido, subió inmediatamente del agua, y he aquí los cielos se abrieron para él, y vio la inspiración divina descendiendo como una paloma y reposando sobre él.

17 Y he aquí una voz del cielo (bat-qol) decía: Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia.

 

CAPÍTULO 4

Las pruebas de Yeshúa en el desierto

1 Entonces llevó el espíritu a Yeshúa al desierto para que lo probara el satán (el opositor).

2 Y fue después de que ayunó cuarenta días y cuarenta noches, y tuvo hambre.

3 Y se acercó a él el tentador y dijo: “Si hijo de Elohím eres, habla a estas piedras para que se conviertan en pan”.

4 Y respondió y dijo: “Está escrito: ‘No solo del pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de YHVH’”.

5 Y lo llevó el satán a la ciudad santa y lo colocó sobre la esquina del techo del Bét HaMiqdásh.

6 Y le dijo: “Si hijo de Elohím eres, lánzate hacia abajo, porque está escrito: ‘A sus mensajeros ordenará sobre ti, y sobre las manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en la piedra’”.

7 Y le dijo Yeshúa: “También está escrito: ‘No pondrás a prueba a YHVH tu Elohím’”.

8 Y lo llevó nuevamente el satán a una montaña muy alta y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria.

9 Y le dijo: “Todo esto te daré si te postras y te inclinas ante mí”.

10 Y le dijo Yeshúa: “Apártate de mí, satán, porque está escrito: ‘A YHVH tu Elohím te postrarás y solo a Él servirás’”.

11 Entonces lo dejó el satán, y he aquí, se acercaron mensajeros y lo servían.

 

Yeshúa en Galil

12 Y sucedió que al oír Yeshúa que habían entregado a Yojanán, fue a la tierra de Galil.

13 Y salió de de Natzrát y llegó y habitó en Kefar Najum, que está junto al mar, en el territorio de Zevulún y Naftalí,

14 para cumplir lo dicho por medio de Yeshayáhu el profeta, diciendo:

15 “Tierra de Zevulún y tierra de Naftalí, camino del mar, al otro lado del Yardén, Galíl de las naciones.

16 El pueblo que andaba en oscuridad vio gran luz, y a los que habitaban en tierra de sombra de muerte, luz brilló sobre ellos”.

17 Desde ese tiempo comenzó Yeshúa a proclamar y a decir: “Retornen, porque el reino de los cielos se ha acercado”.

18 Y mientras caminaba junto al mar de Galil, vio, y he aquí, dos hombres, hermanos, Shimón, llamado Kefá, y Andrai su hermano, lanzando una red al mar, porque eran pescadores.

19 Y les dijo: “Vengan detrás de mí, y los haré pescadores de hombres”.

20 Y de inmediato dejaron las redes y lo siguieron.

21 Y al pasar de allí, vio a otros dos hombres, hermanos, Yaakóv hijo de Zavdiél y Yojanán su hermano, en la barca con Zavdiél su padre, reparando sus redes, y los llamó.

22 Y de inmediato dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

23 Y anduvo Yeshúa por todo Galíl, enseñando en sus sinagogas, anunciando las buenas noticias del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia entre el pueblo.

24 Y su fama se difundió por toda la tierra de Suria (Siria), y le llevaron a todos los enfermos que sufrían de diversas enfermedades y dolores, poseídos por shedím, epilépticos y paralíticos, y los sanó.

25 Y lo siguieron grandes multitudes de Galil, de las Diez Ciudades, de Yerushaláim, de Yehudá y del otro lado del Yardén.

 

CAPÍTULO 5

El sermón de la montaña

1 Y fue cuando vio la multitud y subió a la montaña, y se sentó allí, y se acercaron a él sus discípulos.

2 Y abrió su boca y los enseñó, y dijo:

3 Felices los bajos en cuanto al espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

4 Felices los que lloran, porque ellos serán consolados.

5 Felices los humildes, porque ellos heredarán la tierra.

6 Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

7 Felices los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia.

8 Felices los de corazón puro, porque ellos verán a Elohím.

9 Felices los que persiguen shalom, porque serán llamados hijos de Elohím.

10 Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

11 Felices ustedes cuando los insulten y los persigan y digan contra ustedes toda mentira malvada por causa de mí.

12 Alégrense y regocíjense, porque grande es su recompensa en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de ustedes.

 

La sal de la tierra

13 Ustedes son la sal de la tierra, pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se salará? Ya no sirve para nada, sino para ser arrojada fuera y pisoteada por los hombres.

 

La luz del mundo

14 Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no puede esconderse.

15 Tampoco encienden una lámpara para ponerla debajo del recipiente medidor, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa.

16 Así alumbre su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.

 

Yeshúa y la Torá

17 No piensen que he venido a aligerar la Torá o los profetas; no he venido a aligerar, sino a hacer cumplir.

18 Porque de cierto les digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no pasará ni una Yud ni una qótz (espina) de la Torá hasta que todo se cumpla.

19 Por tanto, cualquiera que quebrante uno de estos pequeños mandamientos y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; pero cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos.

20 Porque les digo que si su justicia no excede la de los escribas y perushim, no entrarán en el reino de los cielos.

 

Acerca de la ira

21 Oyeron que fue dicho a los antiguos: No matarás, y cualquiera que mate será culpable ante el tribunal.

22 Pero yo les digo que cualquiera que se enoje contra su hermano sin causa será culpable ante el tribunal; y cualquiera que diga a su hermano: ¡Raca!, será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que diga: ¡Necio!, será culpable del fuego de Géhena.

23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti,

24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu ofrenda.

25 Ponte de acuerdo pronto con tu adversario mientras estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.

26 De cierto te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuadrante.

 

Acerca del adulterio

27 Oyeron que fue dicho: No cometerás adulterio.

28 Pero yo les digo que cualquiera que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón.

29 Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, porque es mejor para ti que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a Géhena (valle de Guehinóm).

30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti, porque es mejor para ti que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a Géhena.

31 También fue dicho: Cualquiera que despida a su esposa, dele un certificado de divorcio.

32 Pero yo les digo que cualquiera que despida a su esposa, salvo por causa de inmoralidad, la hace cometer adulterio; y el que se casa con la despedida comete adulterio.

 

Acerca de la mentira

33 Además, oyeron que fue dicho a los antiguos: No jurarás en falso, sino cumplirás a YHVH tus juramentos.

34 Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, porque es el trono de Elohím,

35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies, ni por Yerushaláim, porque es la ciudad del gran Rey.

36 Ni por tu cabeza jures, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello.

37 Pero sea su palabra: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, del mal procede.

 

Acerca de la venganza

38 Oyeron que fue dicho: Ojo por ojo y diente por diente.

39 Pero yo les digo: No resistan al malvado; antes, a cualquiera que te golpee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.

40 Y al que quiera ponerte en pleito y quitarte la túnica, déjale también el manto.

41 Y cualquiera que te obligue a ir una milla, ve con él dos.

42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.

 

Acerca del odio

43 Oyeron que fue dicho: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.

44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los odian, y oren por los que los ultrajan y los persiguen,

45 para que sean hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

46 Porque si aman a los que los aman, ¿qué recompensa tendrán? ¿No hacen lo mismo también los cobradores de impuestos?

47 Y si saludan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de más? ¿No hacen así también los cobradores de impuestos?

48 Por tanto, sean perfectos, como su Padre que está en los cielos es perfecto.

 

CAPÍTULO 6

Obras de justicia y la oración

1 Cuídense de hacer su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos, porque si lo hacen, no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos.

2 Por tanto, cuando hagas justicia, no hagas sonar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los alaben. De cierto les digo que ya recibieron su recompensa.

3 Tú, cuando hagas justicia, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,

4 para que tu justicia sea en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

5 Cuando ores, no seas como los hipócritas que aman orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres. De cierto les digo que ya recibieron su recompensa.

6 Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

7 Al orar, no usen repeticiones inútiles como los afuereños, que piensan que serán oídos por su mucha palabrería.

8 No se asemejen a ellos, porque su Padre sabe lo que necesitan antes que ustedes lo pidan.

9 Ustedes, pues, oren así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

10 Venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra.

11 Danos hoy nuestro pan cotidiano.

12 Perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

13 Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal.

14 Porque si perdonan a los hombres sus pecados, también su Padre celestial los perdonará a ustedes.

15 Pero si no perdonan a los hombres sus pecados, tampoco su Padre perdonará los pecados de ustedes.

 

Acerca del ayuno y las riquezas

16 Cuando ayunen, no sean como los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan. De cierto les digo que ya recibieron su recompensa.

17 Tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro,

18 para que no parezcas estar ayunando delante de los hombres, sino delante de tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

19 No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones minan y roban.

20 Más bien, acumulen tesoros en los cielos, donde ni la polilla ni el óxido destruyen, y donde los ladrones no minan ni roban.

21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

 

El ojo: la lámpara del cuerpo

22 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz.

23 Pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grandes serán esas tinieblas!

 

Las prioridades de la vida

24 Nadie puede servir a dos amos, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o será leal a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Elohím y a las riquezas.

25 Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán, ni por su cuerpo, qué vestirán. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?

26 Miren a las aves del cielo, que no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?

27 ¿Quién de ustedes, por preocuparse, puede añadir una sola medida a su estatura?

28 ¿Y por qué se preocupan por el vestido? Consideren los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan.

29 Pero yo les digo que ni siquiera Shlomó, con toda su gloria, se vistió como uno de ellos.

30 Si Elohím viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca firmeza (emuná)?

31 Por tanto, no se preocupen diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos vestiremos?

32 Porque los afuereños buscan todas estas cosas, pero su Padre celestial sabe que necesitan todas ellas.

33 Más bien, busquen primero el reino de Elohím y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.

34 Por tanto, no se preocupen por el mañana, porque el mañana se preocupará por sí mismo. Basta a cada día su propio mal.

 

CAPÍTULO 7

El juzgar a los demás

1 No juzguen, para que no sean juzgados.

2 Porque con el juicio con que juzguen serán juzgados, y con la medida con que midan se les medirá.

3 ¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano y no consideras la viga que está en tu propio ojo?

4 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, y he aquí la viga está en tu propio ojo?

5 ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás claramente para sacar la paja del ojo de tu hermano.

6 No den lo santo a los perros, ni arrojen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen con sus pies, y se vuelvan y los despedacen.

 

La eficacia de la oración

7 Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá.

8 Porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abrirá.

9 ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le dará una piedra?

10 ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente?

11 Pues si ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!

 

La regla de oro

12 Por tanto, todo lo que quieran que los hombres hagan con ustedes, así también hagan ustedes con ellos, porque esto es la Torá y los profetas.

 

La puerta y el camino a la vida

13 Entren por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella.

14 Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.

 

Como reconocer a los falsos profetas

15 Cuídense de los falsos profetas que vienen a ustedes con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

16 Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?

17 Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos.

18 Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos.

19 Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.

20 Por tanto, por sus frutos los conocerán.

 

Parábola de los cimientos

21 No todo el que me dice: “adoní, adoní” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

22 Muchos me dirán en aquel día: “adoní, adoní, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos shedím, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”

23 Entonces les declararé: “Nunca los conocí. ¡Apártense de mí, quebrantadores de la Torá!”

24 Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las hace, lo compararé con un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca.

25 Y descendió la lluvia, y vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y golpearon la casa, pero no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.

26 Pero cualquiera que oye estas palabras mías y no las hace, será comparado con un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena.

27 Y descendió la lluvia, y vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y golpearon aquella casa, y cayó, y grande fue su ruina.

28 Y sucedió que cuando Yeshúa terminó estas palabras, la multitud se asombraba de su enseñanza.

29 Porque los enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.

 

CAPÍTULO 8

Yeshúa sana a un hombre metzorá

1 Y descendió del monte, y lo siguió una gran multitud.

2 Y he aquí, un hombre metzorá vino y se postró ante él diciendo: “adoní, si quieres, puedes limpiarme”.

3 Y extendió Yeshúa su mano, lo tocó y  dijo: “Quiero, sé limpio”. Y al instante fue purificada su tzara'at.

4 Y le dijo Yeshúa: “Mira, no lo digas a nadie, pero ve, muéstrate al kohén y presenta la ofrenda que mandó Moshé como testimonio para ellos”.

 

Yeshúa sana al criado del centurión

5 Cuando entró en Kefar Najum, se le acercó un centurión rogándole:

6 “adoní, mi siervo yace en casa paralizado y sufre terriblemente”.

7 Y le dijo Yeshúa: “Iré y lo sanaré”.

8 Pero el centurión respondió: “adoní, no soy digno de que entres bajo mi techo, pero solo di la palabra, y mi siervo será sanado.

9 Porque también yo soy un hombre bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes. A este digo: ‘Ve’, y va; y al otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace”.

10 Al oírlo, Yeshúa se maravilló y dijo a los que lo seguían: “De cierto les digo que ni en Israel he hallado una emuná tan grande.

11 Y les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y se sentarán con Avrahám, Itzjáq y Ya'aqóv en el reino de los cielos,

12 pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”.

13 Y dijo Yeshúa al centurión: “Ve, y como has creído, así te sea hecho”. Y su siervo fue sanado en esa misma hora.

 

Yeshúa sana a la suegra de Kefá

14 Y entrando Yeshúa en la casa de Kefá, vio a su suegra postrada en cama con fiebre.

15 Y tocó su mano, y la fiebre la dejó. Ella se levantó y comenzó a servirles.

16 Al atardecer, trajeron a él muchos poseídos por shedím, y expulsó a los espíritus con su palabra y sanó a todos los enfermos,

17 para que se cumpliera lo dicho por el profeta Yeshayáhu, que dijo: “Él mismo tomó nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores”.

 

Lo que cuesta seguir a Yeshúa

18 Al ver Yeshúa a la multitud alrededor de él, ordenó pasar al otro lado del lago.

19 Y se acercó a él un escriba y le dijo: “Raví, te seguiré a dondequiera que vayas”.

20 Y le dijo Yeshúa: “Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre no tiene dónde recostar su cabeza”.

21 Otro de sus discípulos le dijo: “adoní, permíteme primero ir y enterrar a mi padre”.

22 Pero Yeshúa le dijo: “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos”.

 

Yeshúa cambia la tempestad

23 Y subió a la barca, y sus discípulos lo siguieron.

24 De repente, se seísmo grande se hizo en el mar, tanto que las olas cubrían la barca, pero él dormía.

25 Y sus discípulos se acercaron, lo despertaron y dijeron: “¡Sálvanos, mi Señor, perecemos!”

26 Él les dijo: “Hombres de poca firmeza (emuná), ¿por qué se acobardan?” Entonces se levantó, dominó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.

27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: “¿Quién es este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?”

 

Yeshúa sana a dos poseídos por shedím

28 Cuando llegó al otro lado, a la tierra de los gadarenos, le salieron al encuentro dos poseídos por shedím (poderes destructivos) que venían de entre los sepulcros, tan feroces que nadie podía pasar por aquel camino.

29 Y clamaron diciendo: “¿Qué a nosotros y a ti, Yeshúa, hijo de Elohím? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?”

30 Y estaba lejos de ellos una manada de cerdos paciendo.

31 Y los shedím le rogaron diciendo: “Si nos expulsas, permítenos  entrar  en  el  hato  de cerdos”.

32 Él les dijo: “Vayan”. Y salieron, y entraron en los cerdos. Y he aquí, todo el hato de cerdos se precipitó desde el monte al mar, y murieron en el agua.

33 Los que los apacentaban huyeron, y al llegar a la ciudad contaron todo, incluso lo de los poseídos por shedím.

34 Entonces toda la ciudad salió al encuentro de Yeshúa, y al verlo, le rogaron que se fuera de sus territorios.

 

CAPÍTULO 9

Yeshúa sana a un paralítico

1 Y descendió en la barca y cruzó y llegó a su ciudad.

2 Y he aquí ellos traen a él un hombre inválido de extremidades y él [estaba] acostado sobre la cama, y cuando vio Yeshúa la fe de ellos, dijo al inválido de las extremidades: “Fortalécete, hijo mío, han sido perdonados para ti tus iniquidades”.

3 Y he aquí hombres de los escribas dijeron en sus corazones: “Blasfema él”.

4 Y Yeshúa vio los pensamientos de ellos y dijo: “¿Por qué piensan mal en sus corazones?

5 Porque ¿qué es más fácil, decir: ‘Han sido perdonados para ti tus iniquidades’, o decir: ‘Levántate, camina’?

6 Pero para que sepan que el hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar las iniquidades”, entonces dijo al inválido de las extremidades: “Levántate, toma tu cama y ve a tu casa”.

7 Y se levantó y fue a su casa.

8 Y las multitudes vieron y se maravillaron y alabaron a Elohím, quien dio tal autoridad a los hijos de los hombres.

 

El llamamiento de Matityáh

9  Y  sucedió  al  pasar  Yeshúa desde allí, que vio a un hombre sentado en la oficina de impuestos, y su nombre era Matityáh, y dijo a él: “Ven, sígueme”. Y se levantó y le siguió.

10 Y fue que al estar él sentado en su casa, he aquí muchos publicanos y pecadores vinieron y se sentaron con Yeshúa y sus discípulos.

11 Y los perushim vieron y dijeron a sus discípulos: “¿Por qué come su Rav con los publicanos y los pecadores?”

12 Y escuchó Yeshúa y dijo a ellos: “Los sanos no necesitan médico, sino los enfermos.

13 Y ustedes, vayan y aprendan qué significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, porque no he venido a llamar a los justos, sino a los transgresores [al retorno]”.

 

Preguntas sobre el ayuno

14 Y se acercaron a él los discípulos de Yojanán y dijeron: “¿Por qué nosotros y los perushím ayunamos mucho y tus discípulos no ayunan?”

15 Y les dijo Yeshúa: “¿Acaso pueden los hijos del tálamo nupcial lamentarse mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando les será quitado el novio, y entonces ayunarán.

16 Nadie pone parche nuevo sobre ropa vieja, porque el parche se separará de la ropa, y el desgarro será mayor.

17 Ni se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres se romperán, y el vino se derramará, y los odres se perderán. Sino que se pone el vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan”.

 

La mujer con flujo se sangre

18 Y mientras hablaba estas cosas a ellos, he aquí, vino un principal y se postró ante él, diciendo: “Ahora ha muerto mi hija, ven, pon tu mano sobre ella, y vivirá”.

19 Y se levantó Yeshúa y lo siguió, él y sus discípulos.

20 Y he aquí, una mujer que había padecido flujo de sangre por doce años se acercó por detrás y tocó el borde de su manto,

21 porque decía en su corazón: “Si tan solo toco su manto, seré sanada”.

22 Y se volvió Yeshúa y la vio, y dijo: “Fortalécete, hija mía, tu perseverancia (emuná) te ha salvado”. Y la mujer fue sanada desde esa hora.

 

Yeshúa resucita a una niña

23 Y llegó Yeshúa a la casa del principal, y vio a los flautistas y a la multitud alborotada,

24 y dijo: “Apártense de aquí, porque la niña no está muerta, sino que duerme”. Y se burlaron de él.

25 Pero cuando sacaron a la multitud, él entró, tomó su mano, y la niña se levantó.

26 Y esta noticia se difundió por toda aquella tierra.

 

Yeshúa sana a dos ciegos

27 Y al pasar de allí Yeshúa, dos hombres ciegos le siguieron, clamando y diciendo: “Ten piedad de nosotros, hijo de David”.

28 Y cuando llegó a la casa, los ciegos se acercaron a él, y les dijo Yeshúa: “¿Creen ustedes que puedo hacer esto?” Y le dijeron: “Sí, Señor”.

29 Entonces tocó sus ojos, diciendo: “Sea hecho para ustedes conforme a su firmeza (emuná)”.

30 Y se abrieron sus ojos, y les advirtió severamente Yeshúa: “Miren que nadie lo sepa”.

31 Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por toda aquella tierra.

 

Yeshúa sana a un poseído por un shed mudo

32 Y mientras  salían, he  aquí, trajeron  a  él  un hombre mudo poseído por un shed (poder destructivo).

33 Y cuando el shed fue expulsado, el mudo habló, y las multitudes se maravillaron, diciendo: “Nunca se ha visto algo así en Israel”.

34 Pero los perushim decían: “Por el príncipe de los shedím expulsa a los shedím”.

 

Yeshúa se compadece de la multitud

35 Y recorría Yeshúa todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas y proclamando la buena noticia del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia entre el pueblo.

36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellos, porque estaban desamparados y dispersos, como ovejas sin pastor.

37 Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha, pero los obreros son pocos.

38 Por tanto, rueguen al dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha”.

 

CAPÍTULO 10

Yeshúa comisiona a los doce

1 Y llamó a sí a sus doce discípulos y les dio autoridad sobre influencias impuras para expulsarlos y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.

2 Y estos son los nombres de los doce enviados: el primero, Shimón llamado Kefá, y Andrai su hermano, Ya'aqóv hijo de Zavdiél y Yojanán su hermano,

3 Filipos y Bar-Talmai, Tomá y Matityáh el recaudador de impuestos, Yaaqóv hijo de Jalfai y (Labai llamado) Tadai,

4 Shimón el kanai y Yehudá de Keriot, el que lo entregó.

 

La misión de los doce

5 A estos doce envió Yeshúa y les ordenó diciendo:  “No vayan por camino de afuereños ni entren en ciudad de los shomroním (samaritanos),

6 sino vayan a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

7 Y al ir proclamen diciendo: ‘El reino de los cielos está cerca’.

8 Sanen a los enfermos, limpien a los leprosos, resuciten a los muertos, expulsen a los shedím. Gratis recibieron, gratis den.

9 No lleven oro ni plata ni cobre en sus cinturones,

10 ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el obrero es digno de su sustento.

11 Y cualquier ciudad o aldea a la que entren, investiguen quién es digno en ella y allí permanezcan hasta que salgan.

12 Y al entrar en la casa, saluden en paz (shalóm).

13 Y si la casa es digna, vendrá sobre ella su shalom, pero si no es digna, su paz (shalóm) volverá a ustedes.

14 Y cualquiera que no los reciba ni escuche sus palabras, al salir de aquella casa o ciudad, sacudan el polvo de sus pies.

15 Amén les digo, será más tolerable para la tierra de Sedom y Amorá en el día del juicio que para aquella ciudad.

 

Las persecuciones venideras

16 He aquí, yo los envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sean astutos como las serpientes y sencillos como las palomas.

17 Guárdense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas.

18 Y serán llevados ante gobernadores y reyes por causa de mí, para testimonio a ellos y a los afuereños.

19 Y cuando los entreguen, no se preocupen por cómo hablarán o qué dirán, porque en esa hora les será dado qué decir.

20 Porque no son ustedes los que hablan, sino el espíritu de su Padre quien habla en ustedes.

21 Y el hermano entregará al hermano a la muerte, y el padre al hijo, y los hijos se levantarán contra los padres y los matarán.

22 Y serán odiados por todos a causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin será salvado.

23 Y cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, porque amén les digo, no terminarán de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el hijo del hombre.

24 No hay discípulo superior a su maestro, ni siervo superior a su amo.

25 Le basta al discípulo ser como su maestro y al siervo ser como su amo. Si al dueño de la casa llamaron Bá'al-Zevuv, ¡cuánto más a los de su casa!

 

Yeshúa infunde valor a los suyos

26 Por tanto, no les teman, porque nada hay encubierto que no será revelado, ni oculto que no será conocido.

27 Lo que les digo en la oscuridad, díganlo en la luz, y lo que se susurra al oído, proclámenlo desde las azoteas.

28 No teman a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; teman más bien a aquel que puede destruir alma y cuerpo en el géhena (guehinom).

29 ¿No se venden dos pajarillos por una moneda de cobre? Y ninguno de ellos cae a tierra sin el conocimiento de su Padre.

30 Y aun los cabellos de su cabeza están todos contados.

31 Por tanto, no teman; ustedes valen más que muchos pajarillos.

32 Todo aquel que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.

33 Pero a quien me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos.

 

Recompensas del discipulado

34 No piensen que he venido a traer shalom a la tierra; no he venido a traer shalom, sino espada.

35 Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra.

36 Y los enemigos del hombre serán los de su propia casa.

37 El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí, y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí.

38 Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí.

39 El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por causa de mí la encontrará.

40 El que los recibe a ustedes me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a quien me envió.

41 El que recibe a un profeta en nombre de profeta recibirá recompensa de profeta, y el que recibe a un justo en nombre de justo recibirá recompensa de justo.

42 Y cualquiera que dé de beber a uno de estos pequeños solo un vaso de agua fría en nombre de discípulo, amén les digo, no perderá su recompensa.

 

CAPÍTULO 11

Los mensajeros de Yojanán el Sumergidor 

1 Cuando Yeshúa terminó de ordenar a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y proclamar en sus ciudades.

2 Y Yojanán, al oír en la cárcel las obras del Mesías, envió a dos de sus discípulos

3 y le dijo: “¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?”.

4 Y Yeshúa les respondió: “Vayan y cuenten a Yojanán lo que escuchan y lo que ven:

5 los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son purificados, los sordos oyen, los muertos son levantados, y a los pobres se les anuncia la buena noticia.

6 Y feliz es quien no tropieza por causa de mí”.

 

Yeshúa testifica de Yojanán el Sumergidor

7 Mientras ellos se iban, Yeshúa comenzó a hablar a las multitudes acerca de Yojanán: “¿Qué salieron al desierto a ver? ¿Una caña sacudida por el viento?

8 O ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con ropa delicada? He aquí, los que visten ropa delicada están en los palacios de los reyes.

9 Pero ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Sí, les digo, y más que un profeta.

10 Porque este es de quien está escrito: ‘He aquí, envío mi mensajero delante de ti, quien preparará tu camino delante de ti’.

11 Amén les digo, entre los nacidos de mujer no se ha levantado uno mayor que Yojanán el sumergidor; pero el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él.

12 Y desde los días de Yojanán el sumergidor hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los valientes lo arrebatan.

13 Porque todos los profetas y la Torá profetizaron hasta Yojanán.

14 Y si están dispuestos a aceptar, él es Eliyáhu que había de venir.

15 El que tiene oídos para oír, que oiga.

16 ¿A qué compararé esta generación? Es como niños sentados en las plazas que llaman a sus compañeros y dicen:

17 ‘Tocamos la flauta para ustedes y no bailaron; entonamos lamentaciones y no lloraron’.

18 Porque vino Yojanán, que no comía ni bebía, y dijeron: ‘Tiene un shed (poder destructivo)’.

19 Vino el hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Miren, un glotón y un bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores’. Pero la sabiduría es justificada por sus obras”.

 

Yeshúa reprende a las ciudades

20 Entonces comenzó a reprender a las ciudades donde se habían hecho la mayoría de sus milagros, porque no habían retornado.

21 “¡Ay de ti, Korazín! ¡Ay de ti, Bet-Tzayda! Porque si en Tzor y Tzidón se hubieran hecho los milagros que se hicieron en ustedes, hace tiempo habrían retornado  en cilicio y ceniza.

22 Pero les digo que en el día del juicio será más tolerable para Tzor y Tzidón que para ustedes.

23 Y tú, Kefar-Najum, que has sido elevada hasta el cielo, serás abatida hasta el Sheol. Porque si en Sedom se hubieran hecho los milagros que se hicieron en ti, habría permanecido hasta hoy.

24 Pero les digo que en el día del juicio será más tolerable para la tierra de Sedom que para ti”.

 

Yeshúa ofrece descanso para el alma

25 En ese tiempo, Yeshúa dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos y las revelaste a los pequeños.

26 Sí, Padre, porque así fue tu buena voluntad.

27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.

28 Vengan a mí todos los que están trabajados y cargados, y yo los haré descansar.

29 Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas.

30 Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera”.

 

CAPÍTULO 12

El ser humano es amo del Shabat

1 En aquel tiempo, pasó Yeshúa por los sembrados en día de Shabat, y sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer.

2 Y los perushim, al verlo, le dijeron: “He aquí, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en Shabat”.

3 Pero él les dijo: “¿No han leído lo que hizo David cuando tuvo hambre él y los que estaban con él?

4 Cómo entró en la casa de Elohím y comió los panes de la proposición, que no era lícito comer para él ni para los que estaban con él, sino sólo para los kohaním.

5 ¿O no han leído en la Torá que en los Shabatot los kohaním en el Templo (Bét HaMiqdásh) profanan el Shabat y son sin culpa?

6 Pero les digo que aquí hay uno más grande que el Templo (Bét HaMiqdash) aquí.

7 Y si hubieran sabido qué significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no habrían condenado a los inocentes.

8 Porque el ser humano es también amo del Shabat”.

 

El hombre de la mano seca

9 Y pasando de allí, entró en la sinagoga de ellos.

10 Y he aquí un hombre que tenía la mano seca, y le preguntaron, diciendo: “¿Es lícito sanar en Shabat?”, para acusarlo.

11 Y él les dijo: “¿Qué hombre entre ustedes que tenga una oveja, si cae en un pozo en Shabat, no la toma y la saca?

12 ¡Cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, es lícito hacer el bien en Shabat”.

13 Entonces dijo al hombre: “Extiende tu mano”. Y él la extendió, y fue restaurada, sana como la otra.

14 Y los perushím salieron y deliberaron contra él para destruirlo.

 

Yeshúa el siervo de YHVH

15 Pero Yeshúa, al saberlo, se retiró de allí. Y lo siguieron muchas multitudes, y los sanó a todos.

16 Y les ordenó estrictamente que no lo dieran a conocer,

17 para que se cumpliera lo dicho por el profeta Yeshayáhu, que dijo:

18 “He aquí mi siervo, a quien he escogido; 

mi amado, en quien se agrada mi alma. 

Pondré mi inspiración (rúaj) sobre él, 

y a las naciones proclamará justicia.

19 No disputará ni gritará, 

ni oirá nadie su voz en las calles.

20 No quebrará la caña cascada, 

ni apagará la mecha que humea, 

hasta que haga triunfar la justicia.

21 Y en su nombre esperarán las naciones”.

 

Por quién Yeshúa expulsa los shedím

22 Entonces le trajeron un hombre poseído por un shed (poder destructivo), ciego y mudo, y lo sanó, de modo que el mudo hablaba y veía.

23 Y todas las multitudes se asombraron y decían: “¿No será este el hijo de David?”.

24 Pero los perushím, al oírlo, dijeron: “Este no expulsa los shedím sino por Báal-Zevul, el príncipe de los shedím”.

25 Y Yeshúa, conociendo sus pensamientos, les dijo: “Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá.

26 Y si el satán (opositor) expulsa al satán, está dividido contra sí mismo. ¿Cómo, pues, permanecerá su reino?

27 Y si yo expulso los shedím por Bá'al-Zevuv, ¿por quién los expulsan sus hijos? Por tanto, ellos serán sus jueces.

28 Pero si yo expulso los shedím por la inspiración divina, entonces el reino de Elohím ha llegado a ustedes.

29 ¿O cómo puede alguien entrar en la casa del fuerte y saquear sus bienes, si primero no ata al fuerte? Entonces podrá saquear su casa.

30 El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.

31 Por tanto, les digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra Rúaj (Influencia Divina) no será perdonada.

32 Y a cualquiera que hable contra el hijo del hombre le será perdonado, pero al que hable contra Rúaj HaKódesh no le será perdonado, ni en este mundo ni en el venidero.

 

El árbol es conocido por su fruto

33 O hagan el árbol bueno y su fruto bueno, o hagan el árbol malo y su fruto malo, porque por el fruto se conoce el árbol.

34 Generación de víboras, ¿cómo pueden hablar cosas buenas siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

35 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca cosas buenas; y el hombre malo, del mal tesoro saca cosas malas.

36 Pero les digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del juicio.

37 Porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado”.

 

La señal de Yoná.

38 Entonces algunos de los escribas y de los perushím respondieron, diciendo: “Rabí, queremos ver una señal de ti”.

39 Pero él respondió y les dijo: “Una generación mala y adúltera busca señal, pero no se le dará señal, sino la señal del profeta Yoná.

40 Porque así como estuvo Yoná en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.

41 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación y la condenarán, porque ellos retornaron a la proclamación de Yoná, y he aquí, uno mayor que Yoná está aquí.

42 La reina del sur se levantará en el juicio con esta generación y la condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Shlomó, y he aquí, uno mayor que Shlomó está aquí.

 

La influencia impura que regresa

43 Cuando la influencia impura sale del hombre, pasa por lugares áridos buscando reposo, y no lo halla.

44 Entonces dice: ‘Volveré a mi casa de donde salí’. Y al llegar, la halla desocupada, barrida y adornada.

45 Entonces va y toma consigo otras siete influencias (rujót) más malignas, y entrando, habitan allí. Y el último estado de aquel hombre es peor que el primero. Así será también con esta generación mala”.

 

La familia de Yeshúa

46 Mientras él aún hablaba a las multitudes, he aquí, su madre y sus hermanos estaban afuera, queriendo hablar con él.

47 Y alguien le dijo: “He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera queriendo hablar contigo”.

48 Pero él respondió al que le decía: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”.

49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: “He aquí mi madre y mis hermanos.

50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

 

CAPÍTULO 13

La parábola del sembrador

1 En aquel día, salió Yeshúa de la casa y se sentó junto al mar.

2 Y se reunió junto a él una gran multitud, y subió a una barca y se sentó en ella, mientras toda la multitud permanecía de pie en la orilla.

3 Y les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: “He aquí, un sembrador salió a sembrar.

4 Y al sembrar, una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves y la comieron.

5 Otra parte cayó en lugares pedregosos donde no había mucha tierra, y brotó pronto porque no tenía profundidad de tierra,

6 pero al salir el sol, se quemó, y porque no tenía raíz, se secó.

7 Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron.

8 Pero otra parte cayó en buena tierra y dio fruto: una a ciento por uno, otra a sesenta y otra a treinta.

9 El que tiene oídos para oír, que oiga”.

 

El propósito de las parábolas

10 Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: “¿Por qué les hablas en parábolas?”.

11 Y él respondió: “Porque a ustedes les ha sido dado conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no les ha sido dado.

12 Porque al que tiene, se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

13 Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.

14 Y en ellos se cumple la profecía de Yeshayáhu que dice: ‘Oirán, pero no entenderán; y viendo, verán, pero no percibirán.

15 Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, y con dificultad oyen con sus oídos, y han cerrado sus ojos; para que no vean con sus ojos, y oigan con sus oídos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane’.

16 Pero felices son sus ojos porque ven, y sus oídos porque oyen.

17 Porque amén les digo, muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.

 

La parábola del sembrador explicada

18 Por lo tanto, escuchen la parábola del sembrador:

19 Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.

20 Y el que fue sembrado en pedregales, es el que oye la palabra y al instante la recibe con gozo,

21 pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es temporal; y cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, al instante tropieza.

22 Y el que fue sembrado entre espinos, es el que oye la palabra, pero el afán de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se queda sin fruto.

23 Pero el que fue sembrado en buena tierra, es el que oye y entiende la palabra, y da fruto: uno a ciento por uno, otro a sesenta, y otro a treinta”.

 

Parábola de la buena semilla y la cizaña

24 Les propuso otra parábola, diciendo: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo.

25 Pero mientras los hombres dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.

26 Y cuando brotó la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.

27 Y los siervos del dueño de la casa se acercaron y le dijeron: ‘señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?’.

28 Y él les dijo: ‘Un enemigo ha hecho esto’. Los siervos le dijeron: ‘¿Quieres, pues, que vayamos y la recojamos?’.

29 Pero él dijo: ‘No, no sea que al recoger la cizaña arranquen también el trigo.

30 Dejen que ambos crezcan juntos hasta la siega, y al tiempo de la siega diré a los segadores: Recojan primero la cizaña, y átenla en manojos para quemarla; pero el trigo, recojan en mi granero’”.

 

Parábola del grano de mostaza

31 Les propuso otra parábola, diciendo: “El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo,

32 el cual es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido, es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, de modo que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas”.

 

Parábola de la levadura

33 Les dijo otra parábola: “El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y mezcló en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó”.

 

Parábolas y las profecías

34 Todo esto dijo Yeshúa en parábolas a las multitudes, y sin parábolas no les hablaba,

35 para que se cumpliera lo dicho por el profeta, que dijo: “Abriré mi boca en parábolas; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo”.

 

La parábola de la cizaña explicada

36 Entonces, dejando a las multitudes, Yeshúa entró en la casa, y sus discípulos se acercaron a él, diciendo: “Explícanos la parábola de la cizaña del campo”.

37 Y él respondió: “El que siembra la buena semilla es el hijo del hombre,

38 el campo es el mundo, la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno.

39 El enemigo que la sembró es el satán, la siega es el fin del mundo, y los segadores son los mensajeros.

40 Así como se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin del mundo.

41 El hijo del hombre enviará a sus mensajeros, y recogerán de su reino todos los tropiezos y a los que practican la iniquidad,

42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.

43 Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, que oiga.

44 El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, que un hombre encuentra y lo esconde, y de alegría por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.

45 También, el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas,

46 y al hallar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.

47 Asimismo, el reino de los cielos es semejante a una red que se echa al mar y recoge peces de toda clase;

48 y cuando está llena, la sacan a la orilla, y sentados, recogen los peces buenos en cestas, pero los malos los desechan.

49 Así será en el fin del mundo: los mensajeros saldrán y separarán a los malos de entre los justos,

50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.

51 Yeshúa les dijo: “¿Han entendido todo esto?”. Ellos respondieron: “Sí, Señor”.

52 Y él les dijo: “Por eso, todo jajám (sabio, lit. escriba) instruido en el reino de los cielos es semejante a un hombre dueño de casa, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”.

53 Y aconteció que cuando Yeshúa terminó estas parábolas, partió de allí.

54 Y llegando a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de modo que se maravillaban y decían: “¿De dónde tiene este esta sabiduría y estos milagros?

55 ¿No es este el hijo del artesano (Gr. tektón, Mt Heb. nepaj / herrero)? ¿No se llama su madre Miriam, y sus hermanos Yaaqóv, Yoséf, Shimón y Yehudá?

56 ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros?  ¿De  dónde, pues, tiene  todas  estas

cosas?”.

57 Y se escandalizaban por causa de él. Pero Yeshúa les dijo: “No hay profeta sin honra sino en su tierra y en su casa”.

58 Y no hizo allí muchos milagros a causa de la incredulidad de ellos.

 

CAPÍTULO 14

Muerte de Yojanán el Sumergidor

1 En aquel tiempo escuchó Hordos, el gobernador de la región, la fama de Yeshúa.

2 Y dijo a sus sirvientes: “Este es Yojanán el sumergidor, fue levantado de entre los muertos; por eso los poderes obran en él”.

3 Porque Hordos había arrestado a Yojanán, lo ató y lo puso en la prisión a causa de Horodia, la esposa de Filipos, su hermano.

4 Porque Yojanán le había dicho: “No te es permitido [tenerla]”.

5 Y buscaba matarlo, pero temía a la multitud porque lo consideraban un profeta.

6 Y sucedió en el día del cumpleaños de Hordos que la hija de Horodia danzó entre ellos y agradó a Hordos.

7 Entonces le juró, diciendo: “Lo que pidas te daré”.

8 Y ella, instigada por su madre, dijo: “Dame aquí en un plato la cabeza de Yojanán el sumergidor”.

9 Y el rey se entristeció, pero debido al juramento y a los que estaban con él, ordenó que se la dieran.

10 Y envió a decapitar a Yojanán en la prisión.

11 Y trajeron su cabeza en un plato y la dieron a la joven, y ella se la llevó a su madre.

12 Y se acercaron sus discípulos, tomaron el cuerpo y lo enterraron, y fueron y le contaron a Yeshúa.

13 Y cuando lo escuchó, se retiró de allí en una barca a un lugar desierto para estar solo. Y al saberlo la multitud, lo siguieron a pie desde las ciudades.

 

Yeshúa alimenta a cinco mil

14 Y salió Yeshúa, vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos, y sanó a los enfermos que estaban entre ellos.

15 Y cuando llegó la tarde, se acercaron sus discípulos y le dijeron: “El lugar está desierto y la hora ya ha pasado; despide a la multitud para que vayan a las aldeas y compren comida para sí mismos”.

16 Pero él les dijo: “No tienen necesidad de irse; denles ustedes de comer”.

17 Y le dijeron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces”.

18 Y él dijo: “Tráiganlos aquí”.

19 Y mandó a la multitud sentarse sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, bendijo, partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud.

20 Y comieron todos y se saciaron; y recogieron de los pedazos sobrantes doce canastas llenas.

21 Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

 

Yeshúa camina sobre el agua

22 Y enseguida Yeshúa urgió a sus discípulos a entrar en la barca e ir delante de él al otro lado, mientras despedía a la multitud.

23 Y después de despedir a la multitud, subió al monte a solas para orar. Y cuando llegó la noche, él estaba allí solo.

24 Y la barca estaba en medio del mar, golpeada por las olas, porque el viento estaba en contra.

25 Y en la cuarta vigilia de la noche, Yeshúa fue hacia ellos caminando sobre el mar.

26 Y cuando los discípulos lo vieron caminando sobre el mar, se aterrorizaron, diciendo: “Es un fantasma”, y gritaron de miedo.

27 Pero enseguida Yeshúa les habló, diciendo: “Tengan ánimo, soy yo, no teman”.

28 Y respondió Kefá y le dijo: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre el agua”.

29 Y él dijo: “Ven”. Y Kefá bajó de la barca, caminó sobre el agua para ir hacia Yeshúa.

30 Pero al ver el viento, que era fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse, y gritó, diciendo: “Señor, sálvame”.

31 Y enseguida Yeshúa extendió la mano, lo agarró y le dijo: “Hombre de poca firmeza (emuná), ¿por qué dudaste?”.

32 Y cuando subieron a la barca, el viento se calmó.

33 Y los que estaban en la barca se acercaron, se postraron ante él y dijeron:

“Verdaderamente eres Hijo de Elohím”.

 

Yeshúa sana a muchos en Ginosar

34 Y cruzaron el mar y llegaron a la tierra de Ginosar.

35 Y cuando los hombres de aquel lugar lo reconocieron, enviaron a todos los alrededores y trajeron a él a todos los enfermos.

36 Y le rogaban que solo pudieran tocar el borde de su manto, y todos los que lo tocaban eran sanados.

 

CAPÍTULO 15

Lo que contamina al hombre

1 Entonces se acercaron a Yeshúa los jajamín (sabios, lit. escribas) y los perushim que eran de Yerushaláim,

2 y dijeron: “¿Por qué tus discípulos transgreden la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos antes de comer”.

3 Y él respondió y les dijo:  “¿Por qué también ustedes transgreden el mandamiento de Elohím por su tradición?

4 Porque Elohím ordenó diciendo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’ y ‘El que maldiga a su padre o a su madre morirá’.

5 Pero ustedes dicen: ‘Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Korbán, es decir, ofrenda, aquello con lo que podrías beneficiarte de mí, no está obligado a honrar a su padre’.

6 Así han invalidado la palabra de Elohím por su tradición.

7 Hipócritas, bien profetizó acerca de ustedes Yeshayáhu diciendo:

‘Este pueblo se acerca a mí con su boca 

y me honra con sus labios, 

pero su corazón está lejos de mí.

9 En vano me adoran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres’”.

10 Entonces llamó a la multitud y les dijo: “Escuchen y entiendan:

11 No lo que entra en la boca contamina al hombre, sino lo que sale de la boca; eso contamina al hombre”.

12 Entonces se acercaron sus discípulos y le dijeron: “¿Sabes que los perushim se escandalizaron al oír esta palabra?”.

13 Y él respondió y dijo: “Toda planta que mi Padre celestial no plantó será desarraigada.

14 Déjenlos; son guías ciegos de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo”.

15 Y respondió Kefá y le dijo: “Explícanos esta parábola”.

16 Y dijo Yeshúa: “¿También ustedes son todavía sin entendimiento?

17 ¿No comprenden que todo lo que entra en la boca va al estómago y es eliminado?

18 Pero lo que sale de la boca procede del corazón, y eso contamina al hombre.

19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias.

20 Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre”.

 

La emuná de una mujer extranjera

21 Y saliendo Yeshúa de allí, se fue a las regiones de Tzor y Tzidón.

22 Y he aquí una mujer cananea salió de aquellos límites y clamó diciendo: “Ten misericordia de mí, Señor, hijo de David; mi hija está severamente atormentada por un shed (poder destructivo)”.

23 Pero él no le respondió palabra. Entonces se acercaron sus discípulos y le rogaron diciendo: “Despídela, porque clama tras nosotros”.

24 Y él respondió: “No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”.

25 Pero ella vino, se postró ante él y dijo: “Señor, ayúdame”.

26 Y él respondió: “No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos”.

27 Y ella dijo: “Sí, Señor; pero aun los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”.

28 Entonces respondió Yeshúa y le dijo: “Mujer, grande es tu firmeza (emuná); que se haga como deseas”. Y su hija fue sanada desde esa hora.

 

Otros milagros de Yeshúa

29 Y partió Yeshúa de allí, vino al mar de Galil y subió al monte y se sentó allí.

30 Y vinieron a él grandes multitudes, trayendo consigo cojos, ciegos, mudos, mancos y muchos otros, y los pusieron a los pies de Yeshúa, y él los sanó.

31 De modo que la multitud se maravilló al ver que los mudos hablaban, los mancos estaban sanos, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron a Elohei Israel (Poderoso de Israel).

 

Yeshúa alimenta a cuatro mil

32 Entonces llamó Yeshúa a sus discípulos y dijo: “Tengo compasión de la multitud, porque ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino”.

33 Y sus discípulos le dijeron: “¿De dónde obtendremos en este desierto suficiente pan para saciar a una multitud tan grande?”.

34 Yeshúa les dijo: “¿Cuántos panes tienen?”. Ellos dijeron: “Siete y unos pocos pececillos”.

35 Entonces mandó a la multitud sentarse en el suelo.

36 Tomó los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos, y los discípulos a la multitud.

37 Y todos comieron y se saciaron, y recogieron de los pedazos que sobraron siete cestas llenas.

38 Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.

39 Entonces despidió a la multitud, subió a la barca y fue a los límites de Magdán.

 

CAPÍTULO 16

Los tzadukím y perushím piden señales

1 Se acercaron los perushím y los tzadukím para probarlo, y le pidieron que les mostrara una señal del cielo.

2 Él respondió y les dijo: “Al atardecer dicen: ‘Habrá buen tiempo, porque el cielo está rojizo’.

3 Y por la mañana dicen: ‘Hoy habrá tormenta, porque el cielo está rojizo y oscuro’. Saben discernir  el  aspecto  del  cielo, pero  no  pueden discernir las señales de los tiempos.

4 Una generación mala y adúltera busca una señal, pero no se le dará ninguna señal, excepto la señal de Yoná el profeta”. Y los dejó y se fue.

 

Levadura de los perushím y tzadukím

5 Al cruzar al otro lado del mar, los discípulos olvidaron llevar pan.

6 Yeshúa les dijo: “Miren y guárdense de la levadura de los perushím y de los tzadukím”.

7 Ellos pensaban y discutían entre sí diciendo: “Es porque no llevamos pan”.

8 Yeshúa, al saberlo, les dijo: “Hombres de poca firmeza (emuná), ¿por qué piensan entre ustedes que no trajeron pan?

9 ¿Todavía no entienden ni recuerdan los cinco panes para los cinco mil y cuántas canastas recogieron?

10 Ni los siete panes para los cuatro mil y cuántas cestas recogieron.

11 ¿Cómo no entienden que no les hablé acerca del pan, sino de que se guarden de la levadura de los perushím y de los tzadukím?”.

12 Entonces comprendieron que no les dijo que se guardaran de la levadura del pan, sino de la enseñanza de los perushím y de los tzadukím.

 

Confesión de Kefá

13 Cuando llegó Yeshúa a las regiones de Kaisarea de Filipos, preguntó a sus discípulos diciendo: “¿Qué dicen los hombres acerca del hijo del hombre? ¿Quién es?”.

14 Ellos dijeron: “Algunos dicen Yojanán el sumergidor, otros Eliyáhu, y otros Irmiyáhu o uno de los profetas”.

15 Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”.

16 Shimón  Kefá  respondió  y  dijo: “Tú  eres  el Mesías (Mashiaj), el Hijo de Él Jay (Poderoso viviente)”.

17 Yeshúa le respondió: “Feliz eres, Shimón hijo de  Yoná, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

18 Y también te digo que tú eres Kefá, y sobre esta roca edificaré mi comunidad, y las puertas del Sheol no prevalecerán contra ella.

19 Te daré las llaves del Reino de los Cielos, y todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos”.

20 Entonces mandó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

 

Yeshúa anuncia su muerte y victoria

21 Desde ese momento, Yeshúa comenzó a mostrar a sus discípulos que debía ir a Yerushaláim, sufrir mucho por parte de los ancianos, de los principales kohaním y de los escribas, ser muerto y al tercer día ser levantado.

22 Kefá lo llevó aparte y comenzó a resistirlo diciendo: “Lejos esté de ti, Señor; esto no te sucederá”.

23 Pero él se volvió y dijo a Kefá: “¡Apártate de mí, Satanás! Eres un tropiezo para mí, porque no tienes en mente las cosas de Elohím, sino las de los hombres”.

 

Condiciones para seguir a Yeshúa

24 Entonces Yeshúa dijo a sus discípulos: “Si alguien quiere venir tras de mí, niéguese a sí mismo, tome su poste (Gr. stauron) y sígame.

25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.

26 ¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?

27 Porque el Hijo del humano (Ben HaAdám) vendrá en la gloria de su Padre con sus mensajeros, y entonces recompensará a cada uno según sus obras.

28 Amén les digo, algunos de los que están aquí no probarán la muerte hasta que vean al hijo del humano venir en su Reino”.

 

CAPÍTULO 17

Visión de la transfiguración Yeshúa

1 Y después de seis días, Yeshúa tomó a Kefá, a Ya'aqóv y a Yojanán su hermano, y los llevó aparte a un monte alto.

2 Y fue transformado delante de ellos, y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.

 

Moshé y Eliyahu aparecen en la visión

3 Y he aquí se les aparecieron Moshé y Eliyáhu hablando con él.

4 Entonces Kefá respondió y dijo a Yeshúa: “Señor, es bueno que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres cabañas: una para ti, otra para Moshé y otra para Eliyáhu”.

5 Mientras aún hablaba, una nube luminosa los cubrió, y he aquí una voz desde la nube que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él escuchen”.

6 Al oír esto, los discípulos cayeron sobre sus rostros y tuvieron gran temor.

7 Pero Yeshúa se acercó, los tocó y dijo: “Levántense, no teman”.

8 Y al alzar sus ojos, no vieron a nadie, sino a Yeshúa solo.

9 Mientras descendían del monte, Yeshúa les mandó diciendo: “No cuenten a nadie la visión hasta que el hijo del hombre haya sido resucitado de entre los muertos”.

10 Entonces sus discípulos le preguntaron diciendo: “¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Eliyáhu?”.

11 Y respondiendo Yeshúa, les dijo:

“Ciertamente Eliyáhu viene primero y restaurará todas las cosas.

 12 Pero les digo que Eliyáhu ya vino, y no lo reconocieron, sino que hicieron con él lo que quisieron. Así también el hijo del hombre padecerá de ellos”.

13 Entonces los discípulos entendieron que les hablaba de Yojanán el sumergidor.

 

Yeshúa sana a un joven lunático

14 Cuando llegaron a la multitud, un hombre se acercó a él, se arrodilló delante de él,

15 y dijo: “Señor, ten misericordia de mi hijo, porque está lunático y sufre terriblemente. Muchas veces cae en el fuego y muchas veces en el agua.

16 Lo traje a tus discípulos, pero no pudieron sanarlo”.

17 Yeshúa respondió y dijo: “¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo los soportaré? Tráiganlo aquí a mí”.

18 Y lo dominó a él Yeshúa, y salió de él el shed, y el muchacho quedó sano desde aquella hora.

19 Entonces se acercaron los discípulos a Yeshúa en privado y le dijeron: “¿Por qué no pudimos expulsarlo nosotros?”.

20 Él les dijo: “Por su poca firmeza (emuná). Porque de cierto les digo que si tienen firmeza (emuná) como un grano de mostaza, dirán a este monte: ‘Pásate de aquí allá’, y se pasará; y nada les será imposible.

 

Yeshúa vuelve anunciar su muerte

22 Estando ellos en Galíl, Yeshúa les dijo: “El hijo del hombre será entregado en manos de los hombres.

23 Lo matarán, pero al tercer día será resucitado”. Y ellos se entristecieron mucho.

 

Yeshúa paga el impuesto del Templo

24 Cuando llegaron a Kefar-Najum, los recaudadores del impuesto de medio shekel se acercaron a Kefá y le dijeron: “¿No paga su Rav el impuesto de medio shekel?”.

25 Él dijo: “Sí”. Y cuando llegó a la casa, Yeshúa se adelantó y le preguntó: “¿Qué te parece, Shimón? ¿De quiénes cobran los reyes de la tierra tributos o impuestos? ¿De sus hijos o de los extraños?”.

26 Kefá le dijo: “De los extraños”. Yeshúa le dijo: “Por lo tanto, los hijos están exentos.

27 Sin embargo, para no ofenderlos, ve al mar, lanza un anzuelo, y toma el primer pez que salga. Al abrir su boca, encontrarás un estatero; tómalo y dáselo por mí y por ti”.

 

CAPÍTULO 18

Quién es el más importante

1 En ese momento, los discípulos se acercaron a Yeshúa y le preguntaron: “¿Quién, pues, es el más grande en el Reino de los Cielos?”.

2 Yeshúa llamó a un niño pequeño, lo puso en medio de ellos

3 y dijo: “Amén les digo, si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.

4 Por tanto, quien se humille como este niño, ese es el más grande en el Reino de los Cielos.

5 Y quien reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe.

 

Ocasiones de caer

6 Pero al que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino y lo hundieran en lo profundo del mar.

7 ¡Ay del mundo por los tropiezos! Porque es inevitable que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!

8 Si tu mano o tu pie te hace tropezar, córtalo y échalo de ti; es mejor para ti entrar a la vida cojo o manco que tener dos manos o dos pies y ser echado al fuego eterno.

9 Y si tu ojo te hace tropezar, sácatelo y échalo de ti; es mejor para ti entrar a la vida con un solo ojo que tener dos ojos y ser echado al fuego del Géhena (Guehinom).

10 Miren, no desprecien a uno de estos pequeños, porque les digo que sus mensajeros en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.

 

Parábola de la oveja perdida

12 ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se pierde una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la que se perdió?

13 Y si la encuentra, amén les digo, se regocija más por esa que por las noventa y nueve que no se perdieron.

14 Así tampoco es la voluntad de su Padre que está en los cielos que se pierda uno solo de estos pequeños.

 

Acerca del perdón al hermano

15 Si tu hermano peca contra ti, ve corrígelo tú y él solo. Si te escucha, has ganado a tu hermano.

16 Pero si no te escucha, toma contigo a uno o dos más, para que toda palabra sea confirmada por boca de dos o tres testigos.

17 Si no los escucha, dilo a la comunidad; y si no escucha ni a la comunidad, sea para ti como un gentil y un recaudador de impuestos.

18 Amén les digo, todo lo que aten en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desaten en la tierra será desatado en los cielos.

19 También les digo que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en los cielos.

20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

21 Entonces Kefá se acercó y le dijo: “Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y yo lo perdonaré? ¿Hasta siete veces?”.

22 Yeshúa le dijo: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

 

Parábola del siervo malvado

23 Por eso, el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.

24 Cuando comenzó a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.

25 Como no podía pagar, su amo ordenó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todo lo que tenía, para que se pagara la deuda.

26 El siervo se postró ante él diciendo: ‘señor, ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’.

27 El señor de aquel siervo tuvo compasión, lo soltó y le perdonó la deuda.

28 Pero al salir, aquel siervo encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios; lo agarró, lo estranguló y le dijo: ‘Paga lo que me debes’.

29 Su compañero cayó a sus pies y le rogó diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’.

30 Pero él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara la deuda.

31 Al ver sus compañeros lo que había sucedido, se entristecieron mucho y fueron y contaron a su amo todo lo sucedido.

32 Entonces su amo lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste.

33 ¿No debías también tener misericordia de tu  compañero,  como  yo  tuve  misericordia  de ti?’.

34 Y su amo, enojado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.

35 Así también hará con ustedes mi Padre celestial si no perdonan de corazón a su hermano”.

 

CAPÍTULO 19

Una pregunta acerca del divorcio.

Casamientos ilícitos

1 Y cuando Yeshúa terminó de hablar estas palabras, partió de Galíl y llegó a los confines de Yehudá al otro lado del Yardén.

2 Y lo siguieron grandes multitudes, y allí los sanó.

3 Entonces se acercaron a él los perushím para probarlo, y dijeron: “¿Puede un hombre divorciar a su esposa por cualquier causa?”.

4 Él respondió y les dijo: “¿No han leído que desde el principio el Creador los hizo varón y mujer,

5 y dijo: ‘Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne’?

6 Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Elohím ha unido, no lo separe el hombre”.

7 Le dijeron: “Entonces, ¿por qué Moshé mandó darle carta de divorcio y despedirla?”.

8 Él les dijo: “Por la dureza de su corazón, Moshé les permitió divorciarse de sus esposas; pero desde el principio no fue así.

9 Y les digo que cualquiera que se divorcia de su esposa, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con una divorciada comete adulterio”.

10 Sus discípulos le dijeron: “Si tal es la situación del hombre con su esposa, no es conveniente casarse”.

11 Pero él les dijo: “No todos pueden aceptar esta palabra, sino solo aquellos a quienes les ha sido dado.

12 Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre; hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres; y hay eunucos que se hicieron eunucos a sí mismos por causa del Reino de los Cielos. El que pueda aceptar esto, que lo acepte”.

 

Yeshúa bendice a los niños

13 Entonces le trajeron niños para que pusiera sus manos sobre ellos y orara, pero los discípulos los resistieron.

14 Pero Yeshúa dijo: “Dejen a los niños y no los impidan venir a mí, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

15 Y puso sus manos sobre ellos y se fue de allí.

 

Yeshúa y el joven rico

16 Y he aquí, alguien se acercó y le dijo: “Rabí, ¿qué bien debo hacer para tener la vida plena?”.

17 Él le dijo: “¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno, Elohím. Pero si deseas entrar en la vida, guarda los mandamientos”.

18 Le dijo: “¿Cuáles?”. Y Yeshúa respondió: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio,

19 honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

20 El joven le dijo: “Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué me falta todavía?”.

21 Yeshúa le dijo: “Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y da a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Luego, ven y sígueme”.

22 Pero al oír estas palabras, el joven se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

 

El peligro de las riquezas

23 Entonces Yeshúa dijo a sus discípulos: “Amén les digo, difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos.

24 Y otra vez les digo: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de Elohím”.

25 Cuando los discípulos oyeron esto, se asombraron mucho y dijeron: “Entonces, ¿quién puede ser salvo?”.

26 Pero Yeshúa los miró y les dijo: “Para los hombres esto es imposible, pero para Elohím todo es posible”.

27 Entonces Kefá respondió y le dijo: “He aquí, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué recibiremos?”.

28 Y Yeshúa les dijo: “Amén les digo, ustedes que me han seguido, en la regeneración, cuando el hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también ustedes se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

29 Y todo el que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, esposa, hijos o tierras por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y heredará la vida plena.

30 Pero muchos de los primeros serán últimos, y los últimos serán primeros”.

 

CAPÍTULO 20

Parábola de los obreros del viñedo

1 Porque el Reino de los Cielos es semejante a un hombre dueño de casa que salió temprano en la mañana a contratar trabajadores para su viñedo.

2 Hizo un acuerdo con los trabajadores por un denario al día y los envió a su viñedo.

3 Salió  alrededor de la hora tercera y vio a otros que estaban desocupados en la plaza.

4 Les dijo: “Vayan también ustedes al viñedo, y lo que sea justo, se los daré”. Y fueron.

5 Salió nuevamente alrededor de la hora sexta y la hora novena, e hizo lo mismo.

6 A la hora undécima salió y encontró a otros que estaban de pie y les dijo: “¿Por qué están aquí desocupados todo el día?”.

7 Ellos dijeron: “Porque nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Vayan también ustedes al viñedo”.

8 Al atardecer, el dueño del viñedo dijo a su mayordomo: “Llama a los trabajadores y dales su salario, comenzando por los últimos y terminando con los primeros”.

9 Los que habían llegado a la hora undécima recibieron cada uno un denario.

10 Al venir los primeros, pensaron que recibirían más, pero también recibieron cada uno un denario.

11 Cuando lo recibieron, comenzaron a murmurar contra el dueño de la casa,

12 diciendo: “Estos últimos trabajaron solo una hora, y los has igualado a nosotros, que soportamos el peso del día y el calor”.

13 Pero él respondió a uno de ellos: “Amigo, no te hago injusticia. ¿No acordaste conmigo un denario?

14 Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este último lo mismo que a ti.

15 ¿No puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno?”.

16 Así, los últimos serán primeros, y los primeros serán últimos, porque muchos son llamados, pero pocos escogidos.

 

Yeshúa anuncia su muerte y victoria

17 Mientras subía Yeshúa a Yerushaláim, tomó aparte a los doce y les dijo en el camino:

18 “Miren, subimos a Yerushaláim, y el hijo del hombre será entregado a los principales kohaním y escribas, y lo condenarán a muerte.

19 Lo entregarán a los afuereños para burlarse de él, azotarlo y crucificarlo; pero al tercer día será resucitado”.

 

Pedido de la madre de Yaaqov y Yojanán

20 Entonces la madre de los hijos de Zavdiél se acercó a él con sus hijos, postrándose para pedir algo.

21 Él le dijo: “¿Qué deseas?”. Ella respondió: “Di que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu reino”.

22 Yeshúa respondió: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber de la copa que yo estoy por beber y ser sumergidos con la inmersión (tevilá) con que yo soy sumergido?”. Ellos dijeron: “Podemos”.

23 Él les dijo: “De cierto, beberán de mi copa y serán sumergidos con mi inmersión (tevilá), pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no es mío darlo, sino para quienes está preparado por mi Padre”.

24 Cuando los otros diez oyeron esto, se indignaron contra los dos hermanos.

25 Pero Yeshúa los llamó y dijo: “Saben que los gobernantes de los afuereños se enseñorean de ellos, y los grandes ejercen autoridad sobre ellos.

26 No será así entre ustedes. Más bien, el que quiera hacerse grande entre ustedes será su servidor,

27 y el que quiera ser el primero entre ustedes será su esclavo,

28 así como el hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida como rescate por muchos”.

 

Yeshúa sana a dos ciegos en Yerijó

29 Mientras salían de Yerijo, una gran multitud lo siguió.

30 Y he aquí, dos ciegos estaban sentados junto al camino. Al oír que Yeshúa pasaba, clamaron diciendo: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!”.

31 La multitud los resistió para que callaran, pero ellos clamaron aún más:

“¡ten misericordia de nosotros!,

¡Señor, hijo de David”.

32 Yeshúa se detuvo, los llamó y les dijo: “¿Qué quieren que haga por ustedes?”.

33 Ellos dijeron: “Señor, que se abran nuestros ojos”.

34 Yeshúa, conmovido, tocó sus ojos, y de inmediato recobraron la vista y lo siguieron.

 

CAPÍTULO 21

La entrada triunfal en Yerushaláim

1 Y cuando se acercaron a Yerushaláim y llegaron a Bét-Pagué, al Monte de los Olivos, Yeshúa envió a dos de sus discípulos,

2 y les dijo: “Vayan al pueblo que está frente a ustedes. Allí encontrarán un asna atada y un pollino con ella. Desátenlos y tráiganlos a mí.

3 Y si alguien les dice algo, respondan: ‘El Señor los necesita’, y enseguida los enviará”.

4 Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta, que dijo:

5 “Digan a la hija de Tzión: ‘He aquí, tu Rey viene a ti, humilde y montado sobre un asno, y sobre un pollino, hijo de animal de carga’”.

6 Entonces los discípulos fueron e hicieron como Yeshúa les ordenó.

7 Trajeron el asna y el pollino, colocaron sobre ellos sus mantos, y lo sentaron encima.

8 Y una gran multitud extendió sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y las colocaban sobre el camino.

9 Y las multitudes que iban delante de él y las que lo seguían clamaban diciendo: “¡Hoshaná al Hijo de David! ¡Bendecido el que viene en el nombre de YHVH! ¡Hoshaná en las alturas!”.

10 Cuando entró en Yerushaláim, toda la ciudad se conmovió y decían: “¿Quién es este?”.

11 Y las multitudes respondían: “Este es el profeta Yeshúa de Natzrát de Galíl”.

 

Denuncia la corrupción del Miqdash

12 Entró Yeshúa al Templo (Bet HaMiqdásh) y expulsó a todos los que vendían y compraban en el Templo (Bét Hamiqdash). Volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los que vendían palomas,

13 y les dijo: “Está escrito: ‘Mi casa será llamada casa de oración’, pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”.

 

Los niños aclaman a Yeshúa

14 Entonces se acercaron a él ciegos y cojos en el Templo (Bét HaMiqdásh), y él los sanó.

15 Pero cuando los principales kohaním y los escribas vieron las maravillas que hizo, y a los niños que clamaban en el Templo (Bét HaMiqdásh) diciendo: “¡Hoshaná al Hijo de David!”, se indignaron,

16 y le dijeron: “¿Oyes lo que estos dicen?”. Yeshúa les respondió: “Sí, ¿nunca han leído: ‘De la boca de los niños y de los que maman preparaste alabanza’?”.

17 Y los dejó, salió fuera de la ciudad hacia Bet-Hini, y allí pasó la noche.

 

Yeshúa y la higuera sin fruto

18 Por la mañana, cuando regresaba a la ciudad, tuvo hambre.

19 Y al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no encontró nada en ella sino solo hojas. Y le dijo: “De ahora en adelante, no habrá fruto de ti jamás”. Y al instante la higuera se secó.

20 Al verlo, los discípulos se asombraron y dijeron: “¿Cómo es que la higuera se secó al instante?”.

21 Yeshúa respondió y les dijo: “De cierto les digo, si tienen fe y no dudan, no solo harán esto de la higuera, sino que también dirán a este monte: ‘Quítate y échate en el mar’, y sucederá.

22 Y todo lo que pidan en oración, creyendo, lo recibirán”.

 

La autoridad de Yeshúa

23 Cuando llegó al Templo (Bét HaMiqdásh) y enseñaba, los principales kohaním y los ancianos del pueblo se le acercaron y le dijeron: “¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio esta autoridad?”.

24 Yeshúa les respondió: “Yo también les haré una pregunta, y si me la responden, también yo les diré con qué autoridad hago estas cosas.

25 la tevilá de Yojanán, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres?”. Ellos discutían entre sí, diciendo: “Si decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘¿Por qué entonces no le creyeron?’.

26 Pero si decimos: ‘De los hombres’, tememos a la multitud, porque todos consideran a Yojanán como profeta”.

27 Así que respondieron a Yeshúa: “No sabemos”. Y él les dijo: “Tampoco yo les digo con qué autoridad hago estas cosas”.

 

Parábola de los dos hijos

28 “¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: ‘Hijo, ve hoy a trabajar en mi viñedo’.

29 Él respondió: ‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue.

30 Luego se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él respondió: ‘Sí, señor’, pero no fue.

31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?”. Ellos dijeron: “El primero”. Yeshúa les dijo: “De cierto les digo que los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el Reino de Elohím.

32 Porque Yojanán vino a ustedes en el camino de justicia y no le creyeron, pero los recaudadores de impuestos y las prostitutas le creyeron. Y ustedes, al ver esto, no se retornaron después para creerle”.

 

Parábola de los labradores malvados

33 “Escuchen otra parábola (mashal): Había un hombre dueño de casa que plantó un viñedo, lo cercó con una cerca, cavó en él un lagar, construyó una torre y lo arrendó a labradores, y se fue lejos.

34 Cuando llegó el tiempo de la cosecha, envió a sus siervos a los labradores para recoger su fruto.

35 Pero los labradores tomaron a los siervos; a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon.

36 Envió nuevamente a otros siervos, más que los primeros, pero hicieron con ellos lo mismo.

37 Finalmente, envió a su hijo, diciendo: ‘Respetarán a mi hijo’.

38 Pero cuando los labradores vieron al hijo, dijeron entre ellos: ‘Este es el heredero. Vengan, matémoslo y apoderémonos de su heredad’.

39 Lo tomaron, lo echaron fuera del viñedo y lo mataron.

40 Por tanto, cuando venga el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos labradores?”.

41 Ellos le dijeron: “Destruirá horriblemente a esos malvados y arrendará el viñedo a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo”.

42 Yeshúa les dijo: “¿Nunca han leído en las Escrituras: ‘La piedra que los constructores rechazaron ha venido a ser la principal piedra del ángulo. Esto fue hecho por YHVH, y es maravilloso a nuestros ojos’?

43 Por eso les digo, el Reino de Elohím les será quitado a ustedes y será dado a una nación que produzca sus frutos.

44 (El que caiga sobre esta piedra será quebrantado, y sobre quien caiga, lo hará polvo)”.

45 Cuando los principales kohaním y los perushím escucharon sus parábolas (meshalím), entendieron que hablaba de ellos.

46 Buscaron cómo apresarlo, pero temieron a la multitud, porque lo tenían por profeta.

 

CAPÍTULO 22

Parábola del banquete de boda

1 Y continuó Yeshúa hablando a ellos en parábolas y respondió y dijo:

2 “Semejante es el reino de los cielos a un rey de carne y sangre que hizo boda para su hijo.

3 Y envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, y no quisieron venir.

4 Y volvió a enviar otros siervos, diciendo: ‘Digan a los invitados: He aquí he preparado mi banquete, mis toros y animales cebados han sido sacrificados, y todo está listo. Vengan a la boda.’

5 Pero ellos no prestaron atención y se fueron, este a su campo y aquel a su negocio.

6 Y los demás tomaron a sus siervos, los maltrataron y los mataron.

7 Y se enojó el rey, envió a sus ejércitos, destruyó a esos asesinos y quemó su ciudad con fuego.

8 Entonces dijo a sus siervos: ‘La boda está lista, pero los invitados no eran dignos.

9 Por tanto, vayan ahora a los cruces de los caminos, y a todo hombre que encuentren llámenlo a la boda.’

10 Y salieron esos siervos a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, tanto malos como buenos, y se llenó la casa de la boda con invitados.

11 Y cuando el rey entró para ver a los invitados, vio allí a un hombre que no estaba vestido con ropa de boda.

12 Y le dijo: ‘Amigo, ¿cómo entraste aquí sin ropa de boda?’ Y él enmudeció.

13 Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Átenle las manos y los pies, llévenlo y arrójenlo fuera, a la oscuridad exterior. Allí será el llanto y el crujir de dientes.’

14 Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.”

 

Pregunta sobre el tributo a César

15 Entonces fueron los perushím y se consultaron cómo hacerle caer con alguna palabra de su boca.

16 Y enviaron a él a sus discípulos con los partidarios de Hordos, diciendo: “Rabí, sabemos que eres un hombre de verdad, y enseñas el camino de Elohím con verdad, y no temes a nadie porque no consideras la apariencia de los hombres.

17 Por tanto, dinos qué piensas: ¿Es lícito dar impuesto al César o no?”

18 Pero Yeshúa conocía su malicia y dijo: “Hipócritas, ¿por qué me ponen a prueba?

19 Muéstrenme la moneda del impuesto.” Y le trajeron un denario.

20 Y les dijo: “¿De quién es esta imagen y la inscripción?”

21 Y le dijeron: “Del César.” Entonces les dijo: “Por tanto, den al César lo que es del César, y a Elohím lo que es de Elohím.”

22 Y al oír esto, se maravillaron, lo dejaron y se fueron.

 

Pregunta acerca de la resurrección.

El levirato, casamientos ilícitos

23 En ese día, se acercaron a él los tzedukím, que dicen que no hay resurrección de los muertos, y le preguntaron, diciendo:

24 “Rabí, Moshé dijo: ‘Si un hombre muere sin tener hijos, su hermano tomará a su esposa y levantará descendencia para su hermano.’

25 Y con nosotros había siete hermanos. El primero se casó y murió, y no tuvo descendencia, y dejó a su esposa a su hermano.

26 De igual manera también el segundo y el tercero, hasta los siete.

27 Después de todos ellos, murió también la mujer.

28 En la resurrección de los muertos, entonces, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque todos la tuvieron como esposa.”

29 Y respondió Yeshúa y les dijo: “Ustedes se equivocan porque no conocen las Escrituras ni el poder de Elohím.

30 Porque en la resurrección de los muertos no tomarán mujeres ni serán tomadas como mujeres, sino que serán como mensajeros de Elohím en los cielos.

31 Y respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído lo que les fue dicho por Elohím, diciendo:

32 ‘Yo soy el Elohím de Avrahám, el Elohím de Itzjáq y el Elohím de Ya'aqóv’? Él no es Elohím de muertos, sino de vivos.”

33 Y cuando escuchó la multitud, se maravillaron de su enseñanza.

 

El gran mandamiento

34 Y los perushím, al escuchar que había silenciado a los tzedukím, se reunieron juntos.

35 Y uno de ellos, un sabio, le preguntó, probándolo, diciendo:

36 “Rabí, ¿cuál es el mandamiento más grande en la Torá?”

37 Y Yeshúa le dijo: “Amarás a YHVH tu Elohím con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.

38 Este es el gran y primer mandamiento.

39 Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

40 En estos dos mandamientos están suspendidos toda la Torá y los profetas.”

 

Yeshúa, hijo y Señor de David

41 Y cuando los perushím se reunieron, Yeshúa les preguntó, diciendo:

42 “¿Qué piensan del Mesías? ¿De quién es hijo?” Y le dijeron: “De David.”

43 Les dijo: “¿Cómo entonces David lo llama ‘Señor’ en el espíritu, diciendo:

44 ‘Declaración de YHVH a mi Señor (Adoní): Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies’?

45 Si David lo llama ‘Señor’, ¿cómo es su hijo?”

46 Y nadie pudo responderle palabra, ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.

 

CAPÍTULO 23

Invectiva contra los jajamím y perushím

1 Entonces habló Yeshúa a las multitudes y a sus discípulos diciendo:

2 Los escribas y los perushím se sientan en la silla de Moshé.

3 Por lo tanto, todo lo que les digan, guárdenlo y háganlo; pero no hagan conforme a sus obras, porque dicen y no hacen.

4 Porque atan cargas pesadas y las colocan sobre los hombros de los hombres, pero ellos no quieren moverlas ni siquiera con un dedo.

5 Y hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres, porque ensanchan sus filacterias y alargan sus tzitziot.

6 Aman los primeros lugares en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas.

7 Y que los saluden en las plazas y que los hombres los llamen: “Rabí, Rabí”.

8 Pero ustedes, no sean llamados “Rabí”, porque uno es su Rav, el Mesías, y todos ustedes son hermanos.

9 Y no llamen a nadie “padre” en la tierra, porque uno es su padre, el que está en los cielos.

10 Tampoco sean llamados “maestro”, porque uno es su maestro, el Mesías.

11 Pero el más grande entre ustedes será su servidor.

12 Porque todo el que se exalte a sí mismo será humillado, y el que se humille será exaltado.

13 Pero ¡ay de ustedes, escribas y perushím hipócritas!, porque cierran ante los hombres el reino de los cielos; ni ustedes entran, ni dejan entrar a los que quieren entrar.

15 ¡Ay de ustedes, escribas y perushím hipócritas!, porque recorren el mar y la tierra para convertir a uno, y cuando se convierte, lo hacen hijo de Gehinom dos veces más que ustedes.

16 ¡Ay de ustedes, guías ciegos!, que dicen: “El que jura por el Templo (Hejal), no es nada; pero el que jura por el oro del Templo (Hejal), queda obligado”.

17 ¡Necios y ciegos!, ¿qué es mayor: el oro o el Templo (Hejal) que santifica el oro?

18 También dicen: “El que jura por el altar, no es nada; pero el que jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado”.

19 ¡Necios y ciegos!, ¿qué es mayor: la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda?

20 Por tanto, el que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él.

21 Y el que jura por el Templo (Hejal), jura por él y por el que habita en él.

22 Y el que jura por los cielos, jura por el trono de Elohím y por el que se sienta sobre él.

23 ¡Ay de ustedes, jajamím (sabios, lit. escribas) y perushim hipócritas!, porque diezman la menta, el eneldo y el comino, pero dejan lo más importante de la Torá: la justicia, la misericordia y la emuná; estas cosas debían hacer sin dejar de hacer aquellas.

24 ¡Guías ciegos!, que cuelan el mosquito pero se tragan el camello.

25 ¡Ay de ustedes, escribas y perushim hipócritas!, porque limpian el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y desenfreno.

26 ¡Perush ciego!, limpia primero el interior del vaso para que también el exterior sea limpio.

27 ¡Ay de ustedes, escribas y perushim hipócritas!, porque son como sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda impureza.

28 Así también ustedes, por fuera parecen justos ante los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y maldad.

29 ¡Ay de ustedes, escribas y perushím hipócritas!, porque construyen las tumbas de los profetas y adornan los sepulcros de los justos.

30 Y dicen: “Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos participado con ellos en el derramamiento de sangre de los profetas”.

31 Con esto ustedes mismos testifican que son hijos de los que asesinaron a los profetas.

32 ¡Llenen, entonces, la medida de sus padres!

33 ¡Serpientes! ¡Generación de víboras! ¿Cómo escaparán del juicio de Gehinom?

34 Por eso, yo les envío profetas, sabios y escribas; a unos de ellos matarán y crucificarán, y a otros azotarán en sus sinagogas y los perseguirán de ciudad en ciudad.

35 Para que venga sobre ustedes toda la sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre de Hével el justo hasta la sangre de Zejaryáh hijo de Berejia, a quien asesinaron entre el Templo (Hejal) y el altar.

36 En verdad les digo que todo esto vendrá sobre esta generación.

 

Lamento de Yeshúa sobre Yerushaláim

37 ¡Yerushaláim, Yerushaláim!, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados; cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos bajo sus alas, pero no quisieron.

38 Miren, su casa les será dejada desolada.

39 Porque les digo que no me verán más hasta que digan: “Bendecido el que viene en el nombre de YHVH”.

 

CAPÍTULO 24

La inminente destrucción del Miqdásh

1 Y salió Yeshúa del Templo (Bét HaMiqdásh) para ir por su camino, y se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del Templo (Bét HaMiqdásh).

2 Y respondió Yeshúa y les dijo: “¿Ven todo esto? Amén, les digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada”.

 

Señales antes del fin de la era

3 Y estando sentado en el monte de los Olivos, se acercaron a él los discípulos en privado y dijeron: “Dinos, ¿cuándo será esto y cuál será la señal de tu venida y del fin de la era?”.

4 Y respondió Yeshúa y les dijo: “Tengan cuidado de que nadie los engañe.

5 Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: ‘Yo soy el Mesías’ y engañarán a muchos.

6 Y ustedes escucharán guerras y rumores de guerras; vean que no se alarmen, porque es necesario que todo esto ocurra, pero aún no es el fin.

7 Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá hambre, pestilencia y terremotos en diversos lugares.

8 Pero todo esto es solo el principio de los dolores.

9 Entonces los entregarán a la aflicción y los matarán, y serán odiados por todas las naciones por causa de mi nombre.

10 Y muchos tropezarán y se traicionarán unos a otros y se odiarán unos a otros.

11 Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos.

12 Y debido a que aumentará la maldad, el amor de muchos se enfriará.

13 Pero el que persevere hasta el fin, será salvo.

14 Y este evangelio del reino será proclamado en toda la tierra como testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin.

 

La abominación desoladora

15 Por tanto, cuando vean la abominación desoladora de la que habló el profeta Daniel, que estará en el lugar santo (el que lee, entienda),

16 entonces los que estén en Yehudá huyan a las montañas.

17 Y el que esté en la azotea no descienda a sacar algo de su casa.

18 Y el que esté en el campo no regrese a tomar su ropa.

19 ¡Ay de las mujeres embarazadas y de las que amamantan en aquellos días!

20 Pero oren para que su huida no sea en invierno ni en Shabat.

21 Porque habrá entonces gran tribulación, como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.

22 Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; pero por causa de los elegidos, aquellos días serán acortados.

 

Falsos mesías y falsos profetas

23 Entonces, si alguien les dice: ‘Aquí está el Mesías’, o ‘Allí está’, no lo crean.

24 Porque se levantarán falsos Mesías y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios para engañar, si fuese posible, incluso a los elegidos.

25 Miren, se los he dicho de antemano.

26 Por tanto, si les dicen: ‘Está en el desierto’, no salgan; o: ‘Está en las habitaciones’, no lo crean.

27 Porque como el relámpago que sale del este y resplandece hasta el oeste, así será también la venida del hijo del hombre.

28 Porque donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres.

 

La venida del hijo del humano

29 E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y los poderes de los cielos serán sacudidos.

30 Entonces aparecerá la señal del hijo del humano en el cielo, y todas las tribus de la tierra lamentarán, y verán al hijo del humano viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria.

31 Y enviará a sus mensajeros con gran sonido de shofar, y reunirán  a  sus  elegidos  desde  los cuatro vientos, de un extremo del cielo al otro.

32 Y de la higuera aprendan esta parábola: cuando su rama ya está tierna y brotan sus hojas, saben que el verano está cerca.

33 Así también ustedes, cuando vean todas estas cosas, sepan que está cerca, a las puertas.

34 Amén, les digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan.

35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

36 Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni los mensajeros de los cielos, ni el Hijo, solo el Padre.

37 Como fue en los días de Nóaj, así será también la venida del hijo del humano.

38 Porque como en los días antes del diluvio, estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en matrimonio, hasta el día en que Nóaj entró en el arca,

39 y no supieron hasta que vino el diluvio y los llevó a todos, así será también la venida del hijo del hombre.

40 Entonces estarán dos en el campo; uno será tomado y el otro dejado.

41 Dos mujeres estarán moliendo en el molino; una será tomada y la otra dejada.

42 Por tanto, estén alerta, porque no saben a qué hora viene su amo.

43 Pero sepan esto: si el dueño de la casa hubiera sabido en qué vigilia de la noche iba a venir el ladrón, habría estado alerta y no habría permitido que su casa fuese saqueada.

44 Por tanto, también ustedes estén preparados, porque a la hora que no piensen, vendrá el hijo del humano.

 

Parábola de los dos siervos

45 ¿Quién, pues, es el siervo fiel y prudente al que su amo  puso  sobre  su  casa  para  darles  el alimento a su tiempo?

46 Dichoso aquel siervo a quien, cuando su amo venga, lo halle haciendo así.

47 Amén, les digo que lo pondrá sobre todos sus bienes.

48 Pero si aquel siervo malo dice en su corazón: ‘mi señor tarda en venir’,

49 y comienza a golpear a sus compañeros y a comer y beber con los borrachos,

50 vendrá el señor de aquel siervo en un día que no lo espera y a una hora que no sabe,

51 y lo castigará severamente y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes.

 

CAPÍTULO 25

Parábola de las diez doncellas

1 Entonces será semejante el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del novio.

2 Cinco de ellas eran sabias y cinco insensatas.

3 Las insensatas tomaron sus lámparas pero no tomaron aceite con ellas.

4 Pero las sabias tomaron aceite en sus vasijas junto con sus lámparas.

5 Y como el novio tardaba en llegar, cabecearon todas y se durmieron.

6 A la medianoche se oyó un clamor: “¡He aquí el novio! Salgan a su encuentro”.

7 Entonces todas aquellas doncellas se levantaron y prepararon sus lámparas.

8 Las insensatas dijeron a las sabias: “Dennos de su aceite porque nuestras lámparas se apagan”.

9 Pero las sabias respondieron diciendo: “No, no sea que no haya suficiente para nosotras y para ustedes. Más bien vayan a los que venden y compren para ustedes”.

10 Y mientras ellas iban a comprar, llegó el novio. Las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.

11 Más tarde vinieron también las otras doncellas diciendo: “señor, señor, ábrenos”.

12 Pero él respondió diciendo: “Amén les digo: No las conozco”.

13 Por tanto, vigilen, porque no saben el día ni la hora.

 

Parábola de los talentos

14 Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre que al irse lejos llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.

15 A uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad, y se fue de viaje.

16 El que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.

17 Asimismo, el que recibió dos ganó también otros dos.

18 Pero el que había recibido uno fue, cavó en la tierra y escondió el dinero de su amo.

19 Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos.

20 Y llegando el que había recibido cinco talentos trajo otros cinco talentos diciendo: “señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco talentos que gané”.

21 su amo le dijo: “Bien hecho, siervo bueno y fiel. En lo poco has sido fiel; sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor”.

22 Llegando también el que había recibido dos talentos dijo: “señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos talentos que gané”.

23 su amo le dijo: “Bien hecho, siervo bueno y fiel. En lo poco has sido fiel; sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor”.

24 Pero llegando el que había recibido un talento dijo: “señor, supe que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste.

25 Y temiendo, fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo”.

26 Pero su amo le respondió: “Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí.

27 Por tanto, debías haber depositado mi dinero con los banqueros, y al venir yo habría recibido lo que es mío con intereses.

28 Quítenle, pues, el talento y dénselo al que tiene diez talentos.

29 Porque al que tiene, se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

30 Y al siervo inútil échenlo en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”.

 

El juicio a las naciones

31 Cuando venga el hijo del hombre en su gloria, y todos los mensajeros santos con él, entonces se sentará en su trono de gloria.

32 Y serán reunidas delante de él todas las naciones, y separará a unos de otros como separa el pastor las ovejas de los cabritos.

33 Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda.

34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: “Vengan, bendecidos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo.

35 Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui extranjero y me recibieron.

36 Estuve desnudo y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a mí”.

37 Entonces los justos le responderán diciendo: “señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber?

38 ¿Y cuándo te vimos extranjero y te recibimos, o desnudo y te vestimos?

39 ¿Y cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a ti?”

40 Y el Rey responderá diciendo: “Amén les digo, que en cuanto lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicieron”.

41 Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus mensajeros.

42 Porque tuve hambre y no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber;

43 fui extranjero y no me recibieron; estuve desnudo y no me vistieron; enfermo y en la cárcel, y no me visitaron”.

44 Entonces ellos también responderán diciendo: “señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o extranjero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?”

45 Entonces él les responderá diciendo: “Amén les digo, que en cuanto no lo hicieron a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicieron”.

46 Y estos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida plena (jayé olám).

 

CAPÍTULO 26

Acuerdo para matar a Yeshúa

1 Y fue cuando terminó Yeshúa de hablar todas estas palabras y dijo a sus discípulos:

2 “Ustedes saben que en dos días viene el Pésaj, y el hijo del hombre será entregado para ser crucificado”.

3 Entonces se reunieron los jefes de los kohanim, los escribas y los ancianos del pueblo en el patio del kohén gadol, cuyo nombre era Kayafá,

4 y conspiraron juntos para atrapar a Yeshúa

con engaño y matarlo.

5 Pero dijeron: “No durante la festividad, para que no haya tumulto entre el pueblo”.

 

Yeshúa es ungido en Bét Hini

6 Y sucedió que mientras Yeshúa estaba en Bét Hini, en casa de Shimón el leproso (hametzorá),

7 se le acercó una mujer con un frasco de perfume muy costoso, y lo derramó sobre su cabeza mientras él estaba recostado a la mesa.

8 Al verlo, los discípulos se indignaron y dijeron: “¿Para qué este desperdicio?

9 Pues este perfume pudo haber sido vendido por un gran precio y dado a los pobres”.

10 Pero al saberlo, Yeshúa les dijo: “¿Por qué molestan a esta mujer? Pues ha hecho una buena obra conmigo.

11 Porque a los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.

12 Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo hizo para prepararme para el entierro.

13 Amén, les digo, en cualquier lugar donde se proclame esta buena noticia en todo el mundo, también se contará lo que ella ha hecho para memoria de ella”.

 

Yudá traiciona a Yeshúa

14 Entonces, uno de los doce, cuyo nombre  era Yudá Ish-Keriot, fue a los jefes de los kohaním,

15 y les dijo: “¿Qué me darán si lo entrego en sus manos?”. Y ellos le asignaron treinta piezas de plata.

16 Desde ese momento buscaba una oportunidad para entregarlo.

 

Preparativos para Pésaj

17 Y en el primer día de la festividad de los panes sin levadura (Matzót), los discípulos se acercaron a Yeshúa y dijeron: “¿Dónde quieres que preparemos para que comas la Pésaj?”.

18 Y él dijo: “Vayan a la ciudad a cierto hombre y díganle: ‘Así dice Ravenu (nuestro Maestro): Mi tiempo está cerca, y en tu casa haré el Pésaj con mis discípulos’”.

19 Y los discípulos hicieron tal como les ordenó Yeshúa, y prepararon la Pésaj.

 

Yeshúa anuncia la traición de Yehudá

20 Y cuando llegó la tarde, estaba recostado con los doce.

21 Mientras comían, dijo: “Amén, les digo, uno de ustedes me entregará”.

22 Y ellos se entristecieron mucho y comenzaron a decirle uno por uno: “¿Soy yo, Señor?”.

23 Y respondió diciendo: “El que metió conmigo su mano en el plato, ese me entregará.

24 En verdad, el hijo del humano va como está escrito de él, pero ¡ay de aquel hombre por quien el hijo del humano es entregado! Mejor le sería a ese hombre no haber nacido”.

25 Entonces Yudá, quien lo entregaba, respondió: “¿Soy yo, Rabí?”. Y él le dijo: “Tú lo has dicho”.

 

Instauración del nuevo pacto

26 Mientras comían, tomó Yeshúa el pan, lo bendijo, lo partió, y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, coman; esto es mi cuerpo”.

27 Y tomó la copa, la bendijo, y se la dio diciendo: “Beban de ella todos ustedes,

28 porque esta es mi sangre, la sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para perdón de las iniquidades.

29 Y les digo, no beberé desde ahora de este fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo con ustedes en el reino de mi Padre”.

30 Y después de cantar el Hallel, salieron al Monte de los Olivos.

 

Yeshúa predice la negación de Kefá

31 Entonces Yeshúa les dijo: “Esta noche todos ustedes tropezarán por causa de mí, porque está escrito: ‘Golpearé al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas’.

32 Pero después de ser resucitado, iré delante de ustedes a la Galíl”.

33 Y Kefá respondió y le dijo: “Aunque todos tropiecen por ti, yo nunca tropezaré”.

34 Yeshúa le dijo: “Amén, te digo que esta noche, antes de que cante el geviní, me negarás tres veces”.

35 Kefá le dijo: “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

 

La angustia de Yeshúa en Gat Shamaním

36 Entonces llegó Yeshúa con ellos a un lugar llamado Gat Shamaním, y dijo a sus discípulos: “Siéntense aquí mientras voy allá y oro”.

37 Y tomando consigo a Kefá y a los dos hijos de Zavdiél, comenzó a entristecerse y a angustiarse.

38 Entonces les dijo: “Mi alma está muy triste hasta la muerte; quédense aquí y velen conmigo”.

39 Y yendo un poco más allá, cayó sobre su rostro y oró, diciendo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras”.

40 Y regresó a los discípulos y los encontró durmiendo, y dijo a Kefá: “¿Así que no pudieron velar conmigo ni siquiera una hora?

41 Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”.

42 Nuevamente, por segunda vez, se apartó y oró diciendo: “Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad”.

43 Y vino nuevamente y los encontró durmiendo, porque sus ojos estaban cargados de sueño.

44 Entonces los dejó, se apartó otra vez y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.

45 Luego regresó a los discípulos y les dijo: “Duerman ahora y descansen; miren, la hora está cerca, y el hijo del humano es entregado en manos de pecadores.

46 Levántense, vamos; miren, el que me entrega está cerca”.

 

Arresto de Yeshúa

47 Mientras aún hablaba, he aquí que vino Yudá, uno de los doce, y con él una gran multitud con espadas y palos, enviados por los jefes de los kohaním y los ancianos del pueblo.

48 Y el que lo entregaba les había dado una señal, diciendo: “A quien yo bese, ese es; atrápenlo”.

49 Y de inmediato se acercó a Yeshúa y dijo: “¡Shalom a ti, Rabí!”, y lo besó.

50 Pero Yeshúa le dijo: “Amigo, ¿para qué has venido?”. Entonces se acercaron y echaron manos sobre Yeshúa y lo apresaron.

51 Y he aquí, uno de los que estaban con Yeshúa extendió su mano, sacó su espada, e hirió al siervo del kohén gadol, cortándole la oreja.

52 Entonces Yeshúa le dijo: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman la espada, por la espada perecerán.

53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora pedir a mi Padre, y él pondría a mi disposición más de doce legiones de mensajeros?

54 Pero, ¿cómo entonces se cumplirían las Escrituras que dicen que así debe suceder?”.

55 En aquella hora, Yeshúa dijo a la multitud: “¿Han salido como contra un ladrón, con espadas y palos para arrestarme? Cada día me sentaba enseñando en el Templo (Bet HaMiqdásh), y no me apresaron.

56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas”. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

 

Yeshúa ante el sanedrín

57 Los que arrestaron a Yeshúa lo llevaron ante Kayafá el kohen gadol, donde se habían reunido los jajamím (sabios, lit. escribas) y los ancianos (zekením).

58 Pero Kefá lo siguió de lejos hasta el patio del kohén gadol, y entrando se sentó con los sirvientes para ver el final.

59 Los jefes de los kohaním y todo el Sanedrín buscaban falso testimonio contra Yeshúa para darle muerte,

60 pero no lo hallaron, aunque se presentaron muchos falsos testigos. Finalmente, se presentaron dos,

61 y dijeron: “Este dijo: ‘Puedo desligar el Templo (Hejal) de Elohím y reedificarlo en tres días’”.

62 Entonces se levantó el kohén gadol y le dijo: “¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?”.

63 Pero Yeshúa callaba. Entonces el kohén gadol le dijo: “Te conjuro por El jai (Poderoso viviente) que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Elohím”.

64 Yeshúa le dijo: “Tú lo has dicho. Además, les digo que desde ahora verán al hijo del humano sentado a la diestra del poder y viniendo en las nubes del cielo”.

65 Entonces el kohén gadol rasgó sus vestiduras diciendo: “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Miren, ahora han oído su blasfemia.

66 ¿Qué les parece?”. Y ellos respondieron diciendo: “Es digno de muerte”.

67 Entonces le escupieron en el rostro y lo golpearon, y otros lo abofetearon,

68 diciendo: “¡Profetiza, Mesías! ¿Quién es el que te golpeó?”.

 

Kefá niega a Yeshúa

69 Mientras tanto, Kefá estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una sierva diciendo: “Tú también estabas con Yeshúa, el gelilí (galileo)”.

70 Pero él negó delante de todos diciendo: “No sé de qué hablas”.

71 Y al salir a la entrada, lo vio otra sierva y dijo a los que estaban allí: “Este también estaba con Yeshúa, de Natzrát”.

72 Y nuevamente lo negó con juramento: “¡No conozco al hombre!”.

73 Poco después, los que estaban allí se acercaron y dijeron a Kefá: “Verdaderamente tú también eres uno de ellos, porque hasta tu manera de hablar te delata”.

74 Entonces comenzó a maldecir y a jurar, diciendo:

“¡No conozco al hombre!”. E inmediatamente cantó el geviní.

75 Y Kefá recordó las palabras de Yeshúa que le había dicho: “Antes de que cante el geviní, me negarás tres veces”. Y salió afuera y lloró amargamente.

 

CAPÍTULO 27

Yeshúa es llevado ante Pilato

1 Y fue al amanecer y consultaron todos los jefes de los kohaním y los ancianos del pueblo sobre Yeshúa para matarlo.

2 Y lo ataron y lo llevaron de allí y lo entregaron a Pontios Pilatos el gobernador.

 

La muerte de Yeudá

3 Y vio Yeudá el que lo entregó que lo condenaron, y se arrepintió, y devolvió las treinta piezas de plata a los jefes de los kohaním y a los ancianos, diciendo:

4 He errado porque entregué sangre inocente. Y dijeron: ¿Qué nos importa? Tú verás.

5 Y arrojó las piezas de plata en el Templo (Hejal) y se fue, y fue y se ahorcó.

6 Y tomaron los jefes de los kohaním las piezas de plata y dijeron: No es correcto ponerlas en el arca del korban porque precio de sangre es.

7 Y consultaron y compraron con ellas el campo del alfarero para sepultura de extranjeros.

8 Por eso fue llamado aquel campo Campo de Sangre hasta el día de hoy.

9 Entonces se cumplió lo dicho por medio de Irmeyáhu el profeta: y tomaron las treinta piezas de plata, el precio precioso que fue tasado sobre los hijos de Israel.

10 Y las dieron por el campo del alfarero como ordenó YHVH.

 

Pilatos interroga a Yeshúa

11 Y Yeshúa fue presentado ante el gobernador y el gobernador le preguntó diciendo: ¿Eres tú el rey de los judíos? Y dijo Yeshúa: Tú dices.

12 Y los jefes de los kohaním y los ancianos lo acusaron, pero él no respondió palabra.

13 Y le dijo Pilatos: ¿No escuchas cuántas cosas testifican contra ti?

14 Y no le respondió ni una palabra, y se asombró mucho el gobernador.

15 Y el gobernador acostumbraba liberar al pueblo, en cada fiesta, un prisionero, el que ellos quisieran.

16  Y en aquel tiempo tenían un prisionero famoso, llamado Bar-Abba.

17 Y cuando se reunieron les dijo Pilatos: ¿A quién quieren que les libere? ¿A Bar-Abba o a Yeshúa llamado Mesías?

18 Porque sabía que por envidia lo habían entregado.

19 Y mientras estaba sentado en el tribunal, envió su esposa a decirle: No tengas nada que ver con este justo porque mucho sufrí hoy por él en un sueño.

20 Pero los jefes de los kohaním y los ancianos persuadieron a las multitudes para que pidieran a Bar-Abba y destruyeran a Yeshúa.

21 Y respondió el gobernador y les dijo: ¿A quién de los dos quieren que libere? Y dijeron: A Bar-Abba.

22 Y les dijo Pilatos: ¿Y qué haré con Yeshúa llamado Mesías? Y todos dijeron: Que sea crucificado.

23 Y dijo el gobernador: ¿Por qué, qué mal ha hecho? Y clamaron aún más diciendo: Que sea crucificado.

24 Y vio Pilatos que no lograba nada, sino que aumentaba el tumulto, y tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy de la sangre de este justo, ustedes vean.

25 Y respondió todo el pueblo y dijo: Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.

26 Entonces liberó a Bar-Abba y a Yeshúa lo azotó y lo entregó para que sea crucificado.

 

Los soldados se burlan de Yeshúa

27 Y los soldados del gobernador tomaron a Yeshúa y lo llevaron al pretorio y reunieron sobre él toda la tropa.

28 Y lo desnudaron y lo vistieron con un manto escarlata.

29 Y tejieron una corona de espinas y la pusieron sobre su cabeza, y una caña en su mano derecha, y se arrodillaron ante él y se burlaron diciendo: Saludos, rey de los judíos.

30 Y escupieron sobre él y tomaron la caña y lo golpearon en la cabeza.

 

Yeshúa colgado en el poste

31 Y después de burlarse de él, le quitaron el manto y lo vistieron con sus ropas, y lo llevaron para crucificarlo.

32 Y cuando salían, encontraron a un hombre de Kurene, llamado Shimón, y lo obligaron a cargar su poste (Gr. stauron).

33 Y llegaron al lugar llamado Gulgolta, que es lugar de calavera.

34 Y le dieron a beber vinagre mezclado con hiel, y probó, pero no quiso beber.

35 Y cuando lo crucificaron, repartieron sus ropas echando suertes (para que se cumpliera lo dicho por el profeta: Repartieron mis ropas entre ellos y sobre mi vestidura echaron suertes).

36 Y se sentaron allí y lo vigilaban.

37 Y pusieron sobre su cabeza el título de su culpa escrito:

ESTE ES YESHÚA, ÉL REY DE LOS YEHUDÍM (JUDÍOS)

38 Y crucificaron con él a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda.

39 Y los que pasaban lo insultaban y movían sus cabezas,

40 diciendo: Tú que remueves el Templo (Hejal) y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo. Si eres hijo de Elohím, baja del poste (Gr. stauron).

41 Y también los jefes de los kohaním con los jajamím (sabios, lit. escribas) y los ancianos se burlaban, diciendo:

42 A otros salvó, pero a sí mismo no puede salvarse. Si es rey de Israel, que baje ahora del poste y creeremos en él.

43 Confió en Elohím, que lo libre ahora si lo desea, porque dijo: Soy hijo de Elohím.

44 Y de igual manera lo insultaban también los ladrones que estaban crucificados con él.

 

La muerte de Yeshúa

45 Y fue oscuridad sobre toda la tierra desde la hora sexta hasta la hora novena.

46 Y cerca de la hora novena, clamó Yeshúa con gran voz diciendo: Elí, Elí, lama shavaktani, que es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

47 Y algunos de los que estaban allí, al escucharlo, dijeron: Este llama a Eliyáhu.

48 Y uno de ellos corrió rápidamente, tomó una esponja, la llenó de vinagre, la puso en una caña y le dio de beber.

49 Y los demás dijeron: Déjalo, veamos si viene Eliyáhu a salvarlo.

50 Y Yeshúa volvió a clamar con gran voz y entregó su espíritu.

51 Y he aquí que se rasgó el velo del Templo (Hejal) en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló, y las rocas se partieron.

52 Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de los santos que dormían se levantaron.

53 Y salieron de los sepulcros después de su resurrección, y entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.

54 Y el centurión y los que estaban con él vigilando a Yeshúa, viendo el terremoto y lo que sucedió, temieron mucho y dijeron: Verdaderamente este era hijo de Elohím.

55 Y allí estaban muchas mujeres que habían seguido a Yeshúa desde el Galíl para servirle, mirando desde lejos.

56 Entre ellas estaban Miriam la magdalená, y Miriam la madre de Ya'aqóv y Yosei, y la madre de los hijos de Zavdiél.

 

Yeshúa es sepultado

57 Y al atardecer llegó un hombre rico de HaRamatáim, llamado Yoséf, que también era discípulo de Yeshúa.

58 Y este fue a Pilatos y pidió el cuerpo de Yeshúa. Y Pilatos ordenó que se lo entregaran.

59 Y Yosef tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia,

60 y lo puso en su sepulcro nuevo que había labrado en la roca, y rodó una gran piedra a la entrada del sepulcro y se fue.

61 Y estaban allí Miriam la magdalená y la otra Miriam, sentadas frente al sepulcro.

 

La guarda puesta ante el sepulcro

62 Y al día siguiente, que era después del día de preparación, se reunieron los jefes de los kohaním y los perushim ante Pilatos.

63 Y dijeron: Señor, recordamos que ese engañador dijo mientras aún vivía: Después de tres días resucitaré.

64 Por lo tanto, ordena que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche y lo roben y digan al pueblo: Se ha levantado de entre los muertos, y será el último engaño peor que el primero.

65 Y Pilatos les dijo: Tienen guardias, vayan, asegúrenlo como saben.

66 Y ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.

 

CAPÍTULO 28

La resurrección de Yeshúa

1 Y después del final del Shabat, al iluminarse hacia el primero del Shabat, vino Miriam la magdálená y Miriam la otra a ver el sepulcro.

2 Y he aquí, hubo un gran temblor porque un mensajero de YHVH descendió del cielo, se acercó y rodó la piedra de la entrada y se sentó sobre ella.

3 Y su apariencia era como la apariencia del relámpago y su vestidura blanca como la nieve.

4 Y se aterraron los guardias por su miedo y quedaron como muertos.

5 Y respondió el mensajero y dijo a las mujeres: “Ustedes, no teman, porque sé que buscan a Yeshúa el crucificado.

6 No está aquí, porque ha sido resucitado como dijo. Vengan y vean el lugar donde yacía el Señor.

7 Vayan rápido y anuncien a sus discípulos que ha sido resucitado de entre los muertos, y he aquí, él va delante de ustedes a la Galíl, y allí lo verán. He aquí, se los he dicho”.

8 Y ellas se apresuraron y salieron del sepulcro con temor y con gran alegría, y corrieron a contar a sus discípulos.

9 Mientras iban a contar a sus discípulos, he aquí, Yeshúa salió a su encuentro y dijo: “Shalom a ustedes”. Y se acercaron, tomaron sus pies y se postraron ante él.

10 Y dijo a ellas Yeshúa: “No teman. Vayan y anuncien a mis hermanos que vayan a la Galíl, y allí me verán”.

 

El soborno de la guardia

11 Y  mientras  iban, he  aquí, algunos  hombres de la guardia llegaron a la ciudad y contaron a los principales de los kohaním todo lo que había sucedido.

12 Y se reunieron con los ancianos y tomaron consejo, y dieron mucho dinero a los hombres del ejército, diciendo:

13 “Digan que vinieron sus discípulos de noche y lo robaron mientras dormíamos.

14 Y si esto se oye ante el gobernador, nosotros lo convenceremos y ustedes no tendrán que preocuparse”.

15 Y ellos tomaron el dinero e hicieron como se les instruyó, y esta historia fue divulgada entre los judíos hasta el día de hoy.

 

La gran comisión

16 Y los once discípulos fueron a la Galíl, al monte que Yeshúa les había indicado.

17 Y al verlo, lo postraron, pero algunos dudaron en su corazón.

18 Y se acercó Yeshúa y les habló, diciendo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.

19 Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos y sumérjanlos en [el nombre del Padre, del Hijo y de la Rúaj HaKódesh] (texto añadido, el texto original debió decir seguramente en mi nombre, ver Hch 2:38).

20 Y enséñenles a guardar todo lo que les he mandado, y he aquí, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.